05 SEPT. 2018 DANZA El hálito que diseña un sueño Carlos Gil Los cuerpos, la luz, el espacio acotado por decenas de globos negros que abundan en una idea de laberinto fantástico, donde los bailarines van cortando sus cuerdas que los sujetan al suelo como si sus cuerpos fueran machetes en una selva llena de sensaciones, de sorpresas, de suspiros, imágenes que construyen emociones en clave de sutileza interpretativa que se rompe con explosiones de energía que contagian una decisión de hacer que el tiempo atraviese esas figuras hasta hacerlas eternas y fugaces a la vez. Cuatro jóvenes bailarines que demuestran una perfecta capacidad de adaptación a las exigencias del coreógrafo y director, Igor Calonge, que consigue con ellos una armonía extraordinaria porque no se nota el gran esfuerzo, la técnica está a disposición orgánica de la creación, de la belleza expositiva, que confluye con una banda sonora que nos trasporta, nos lleva a otros estados emocionales, pero cuando se convierte en silencio nos deja en la soledad compartida de nuestra experiencia con el espacio escénico, las luces que marcan temperaturas cromáticas que recibimos por varios sentidos comprometidos, que se convierten en arte en movimiento. Un magnífico trabajo evolucionado en su lenguaje exigente, pero asimilable por todos los espectadores gracias a su potencia comunicativa.