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Cuestión de idiomas


François Bayrou, desde la alcaldía de Pau –su último refugio político tras los sucesivos descalabros electorales– calculó que la visita ministerial de Jean-Michel Blanquer con motivo de la apertura de la feria comercial de la ciudad le pondría de nuevo, aunque fuera de forma efímera, bajo los focos de la prensa hexagonal. Pero en la vida, uno más uno en ocasiones es una resta que, en su caso, le dejó en cero, en un vacío del que le resultó difícil salir. Rodeado de madres y padres de alumnos de Seaska que acudieron a reclamar al ministro de Educación el cumplimiento del contrato que el propio Bayrou firmó en los noventa con la Federación de Ikastolas cuando era precisamente él el responsable del ministerio, les acusó de acallar con sus voces de protesta las reclamaciones de las escuelas inmersivas occitanas. «Estáis en el Bearne», se indignó, «y por vuestra culpa no hemos escuchado a las calandretas, que también son importantes». Tan importantes que sufren la misma falta de recursos públicos que las ikastolas y la misma indiferencia institucional. Incluida la de la alcaldía presidida por el propio Bayrou, quien, a pesar de ser gascón-parlante como la cuarta parte de los bearneses, ignora que ikastolas y calandretas hablan el mismo idioma. Uno que ni él, ni Blanquer ni tantos otros entienden, aunque se lo expliquen en la lengua de Voltaire.