Joseba ITURRIA
LA DESPEDIDA DE UNA GENERACIÓN PARA LA HISTORIA

Los héroes del renacimiento de la Real que cimentó el nuevo Anoeta

Con la despedida al final de la pasada temporada de Xabi Prieto y Carlos Martínez, la rescisión de los contratos durante el verano de Markel Bergara y Alberto de la Bella y el homenaje del sábado a Imanol Agirretxe, David Zurutuza queda como único superviviente de la plantilla que consiguió el ascenso de 2010 que puso las bases del nuevo Anoeta.

La generación que ha conseguido levantar el club desde su peor situación económica y social y llevarlo de la Segunda a la Liga de Campeones en solo tres años y crecer estructural y deportivamente hasta la materialización del nuevo Anoeta merece un lugar privilegiado en la historia de la Real junto al equipo que ganó las dos Ligas y el del ascenso de Puertollano.

Y uno tiene la sensación de que esa generación ha abandonado el club con homenajes más o menos importantes en el plano individual a algunos jugadores, pero sin un reconocimiento colectivo mucho más importante porque gracias a ellos se evitó la desaparición de la Real y se ha materializado su progresión deportiva, social y estructural.

Así, para la historia han quedado como colectivo los héroes de Puertollano, que no solo lograron el penúltimo ascenso de la Real en 1967, también trasmitieron a una generación posterior que tenía más calidad su garra y entrega. Eso permitió a sus sucesores combinar las virtudes de los dos grupos de futbolistas y pasar también a la historia como el equipo campeón, con sus dos títulos de Liga (1980-81 y 1981-82), la Supercopa (1982-83) y la Copa (1986-87).

Y desde el conocimiento y reconocimiento de las tres generaciones, uno tiene la sensación de que el mérito mayor y el legado más importante es el que va a dejar la generación del renacimiento de la Real que cimentó el nuevo Anoeta.

Porque la Real estaba casi muerta en diciembre de 2008 cuando Jokin Aperribay decide escuchar los llamamientos desesperados de auxilio de todos los integrantes de la Real, incluidos los jugadores, para presentar una remoción a una persona que nunca debía haber entrado en el club y se fue en una Junta en la que tuvo que intervenir la Ertzaintza para proteger de sus seguidores al nuevo Consejo.

El club estaba en concurso de acreedores, arruinado económicamente, destrozado socialmente y deportivamente hundido en Segunda cuando muy pocos confiábamos en los jugadores de la cantera que debían asumir en medio de un ambiente de desconfianza y de crispación en el entorno el reto de ascender inmediatamente para evitar la desaparición de la entidad. Una situación en la que era más fácil que los jugadores acabaran en un manicomio por las cosas que tuvieron que vivir cada día en el club y aun así lograron el objetivo con un carácter y compromiso que sí tenían por mucho que se les cuestionara eso también.

Había un lanzallamas en un sector del estadio de Anoeta a pleno funcionamiento para que al más mínimo resultado negativo adverso ardiera en llamas todo el club. En ese ambiente y sin un euro para fichar, la Real recurrió a todos los jugadores de Zubieta que tenían un mínimo nivel: Asier Riesgo, Eñaut Zubikarai, Carlos Martínez, Dani Estrada, Mikel González, Jon Ansotegi, Mikel Labaka, Josu Esnaola, Iñigo Sarasola, Markel Bergara, Gorka Elustondo, Mikel Aranburu, David Zurutuza, Xabi Prieto, Imanol Agirretxe y Borja Viguera, a los que luego se sumó de manera milagrosa un juvenil, Antoine Griezmann, que aprovechó desde su primer partido de pretemporada la oportunidad que le dieron las lesiones de compañeros. Diecisiete jugadores de Zubieta en los que pocos confiábamos a pesar de la gran calidad de los que estaban en el primer equipo y consiguieron sobrevivir a los años de autodestrucción de futbolistas que llevaron al descenso y de que el resto había sido capaz de llevar al Sanse al play-off de ascenso.

Junto a ellos siguieron futbolistas con contratos importantes que no pudieron salir porque nadie los quería –Claudio Bravo y Diego Rivas– y otros que llegaron sin pagar un euro de traspaso como Alberto de la Bella, Emilio Nsue, Carlos Bueno, Jonathan Estrada, Sergio Rodríguez y Frank Songo'o, de los que solo el primero iba a tener continuidad hasta convertirse en uno más de la generación del renacimiento realista. Además ya se entrenaba Asier Illarramendi, que tuvo la oportunidad de debutar en el que cabe esperar que sea el último partido de la Real en Segunda en Elche. Con ellos Loren acertó al buscar un entrenador motivador como Martín Lasarte para superar la travesía del desierto de Segunda sin que se incendiara Anoeta y se terminara de destruir a la Real.

Algo que no parecía muy lejano cuando en el descanso de la cuarta jornada la Real perdía en Anoeta con el Girona, tras sumar dos empates y una victoria en los tres primeros partidos y ya se empezaba a preparar la hoguera que pretendía quemar al Consejo que llamaban golpista y restaurar al que consideraban legítimo de su antecesor. Pero entonces salió Griezmann y dos goles de Agirretxe permitieron evitar la derrota y apagar el conato de incendio. A partir de ahí la Real logró tres victorias consecutivas que le colocaron primera y ocupó plazas de ascenso hasta el final y el liderato en las últimas quince jornadas para asegurarse el ascenso ante el Celta en la penúltima, aunque ya se celebró una semana antes en un viaje inolvidable a Cádiz.

En el vuelo de ida se palpaba la tensión entre todos los integrantes de la Real porque sabían que se jugaban más que el ascenso. Tras el 1-3 solo había festejo y liberación en el de vuelta. No solo habían conseguido el ascenso, salvaron a su club y se liberaron de esa mochila del descenso que les pesó durante tres años a los integrantes del equipo que lo vivió. Fue una celebración que tuvo su colofón al asegurar el ascenso matemático en el partido siguiente con el Celta en Anoeta con el emotivo homenaje que Gipuzkoa brindó a sus mayores héroes.

Pero ni el ascenso ni el éxtasis que se vivió ni lo que supuso volver a Primera terminó de disipar las dudas sobre esa generación ni apagó el ambiente extraño de Anoeta. Se pedían fichajes, se criticaron decisiones como las de prescindir de Bueno, Lasarte, Rivas.., pero Loren mantuvo la confianza en la generación del ascenso y en Zubieta y acertó otra vez al fichar a Montanier. Con solo tres incorporaciones en sus dos años –Vela, Chory Castro y José Ángel–, trece supervivientes del año del ascenso y con los ascensos desde la cantera de Illarramendi e Iñigo Martínez, la Real se clasificó para la Champions con ocho canteranos en su once básico y otros ocho en la plantilla.

Esta generación no solo logró en un ambiente de desconfianza y de crispación social pasar en tres años del infierno de la Segunda al cielo de la Champions. Económicamente eso se tradujo en un aumento de ingresos que coincidió con un incremento de las cantidades a cobrar por la televisión y a una revalorización de los jugadores que dio decenas de millones con la marcha de Illarramendi, Bravo, Griezmann, Yuri, Iñigo Martínez, Vela y Odriozola. Eso ha permitido que la Real haya sido capaz de solventar la deuda concursal y cumplir el sueño de poder contar con un campo de fútbol sin pistas con dignidad, sin hacerlo como en otras ciudades con una aportación mayoritaria de las instituciones en unos tiempos en los que es una vergüenza destinar al fútbol, con los recursos que tiene, el dinero que debe destinarse a otras necesidades sociales.

Que antes del primer partido en el nuevo campo se viviera un homenaje tan bonito a Imanol Agirretxe debe servir no solo para despedir al usurbildarra, sino para reconocer la aportación y el mérito de una generación ejemplar en todos los sentidos. Mejores personas aún que futbolistas y además con un juego con el que han disfrutado ellos y han hecho disfrutar a los aficionados, con un buen manejo del balón y sin ninguna mala patada, sin recurrir a ese otro fútbol que sí fue necesario en los dos últimos ascensos con otros jugadores. Sin perder el tiempo, ni protestar, ni intentar engañar al árbitro. Han triunfado desde el fútbol deseado por los amantes de este deporte.

Por eso el homenaje de Agirretxe debe servir para entender que el nuevo Anoeta, que la fortaleza económica que tiene ahora la Real, se debe en buena medida a la llegada del nuevo Consejo, a la gestión deportiva de Loren, que han tenido que aguantar lo suyo hasta el punto de que el segundo haya salido de una manera vergonzosa del club, pero sobre todo a esta generación que logró el ascenso hace ocho años con el liderazgo de un ejemplo a todos los niveles como Mikel Aranburu.

Como ha sido otro ejemplo Xabi Prieto. Fue ilustrativa la aportación de su madre en el reportaje que hizo ETB: «Me dijo: yo he bajado y voy a subir con la Real». Y tuvo opciones para salir y el Consejo que tuvo la Real en su descenso se planteó venderlo por la difícil situación económica y el que le sucedió quedárselo para hacer negocio con él y quiso renovar con la Real en Segunda con lo que suponía eso. «Se me mareaba en autobús del Bulebar al túnel del Antiguo y pensaba cómo va a hacer viajes de diez horas...». Pues prefirió hacerlos a base de medicamentos contra el mareo que ir a un equipo que le permitiera volar en Primera. Y decía con esa misma naturalidad que «a Xabi no le han valorado hasta los últimos años». Y es que muchos le daban por acabado hasta que Montanier, un técnico al que la Real debe mucho, le alejó de la banda donde no desbordaba bien por no tener una gran velocidad para que desbordara su talento y calidad por el centro.

Como ha sido un ejemplo para todos los canteranos Agirretxe, que ha peleado cada año con el delantero que se fichaba hasta que explota con Montanier cuando se le negaba que tuviera nivel para ser delantero en Primera. Y eso los tres únicos jugadores de esta generación, que junto a Carlos Martínez y Mikel González, han podido tener una despedida como la que merecían y se ha reconocido, aunque tarde, su aportación. Bueno, ellos y Diego Rivas, despedido como si fuera un crack incomprendido y que estuvo todo el verano sin encontrar equipo y no volvió a jugar en Primera...

La historia de la Real deberá reconocer en su justa medida a toda esta generación que, en muchos casos, pudieron jugar en Primera gracias al descenso a Segunda. Pero lo decía Agirretxe en su entrevista a GARA. El paso atrás no solo vino bien para coger impulso a esta generación, también al club para comprobar que no apostó por la cantera como debía en los años anteriores.

Y es bueno que lo sucedido sirva de lección en un campo que permite la entrada a los fondos a muchos abonados jóvenes nuevos que ojalá animen siempre a sus jugadores como en el estreno del nuevo Anoeta y no se vuelva a pitar a un jugador blanquiazul como se ha hecho a estos jugadores. Ni a los de casa ni a Rulli, que parece ahora el culpable de una derrota cuando es un porterazo, gracias a él se sumó la única victoria en Villarreal y las dos acciones que se le discuten el sábado están precedidas de grandes intervenciones. Recordemos lo vivido años atrás y olvidemos los viejos errores en el nuevo Anoeta.