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AZKEN PUNTUA

Problema de clase


El retorno de La Polla Records a los escenarios rescatará para los más jóvenes letras inolvidables como aquella en la que escupían aquello de que las banderas son trapos de colores, una afirmación obvia que paradójicamente nos negamos asumir, tiñendo cada hilo de sentimiento, cargando cada retal de sentido político. Esa carga fue el motivo por el que el pelotari ziburutarra Bixintxo Bilbao mostró la ikurriña en el podio de los Mundiales de Barcelona. Esa carga fue el motivo por el que los responsables de la FIPV decidieron sancionarle. Esa carga es el motivo por que el ministro francés de Educación, en la enésima reforma de la enseñanza, obligará a todos los centros docentes a colocar en todas y cada una de las salas de clase una bandera tricolor como instrumento para «reforzar el civismo republicano» principalmente en «la Francia periférica», que es el nuevo eufemismo por el que se conoce a los barrios pobres poblados mayoritariamente por descendientes de la inmigración africana. Como si el desarraigo de esa gente pudiera desaparecer con un trapo colgado en un aula. Como si el desarraigo de esa gente respondiera a un problema identitario. Porque no, no se trata de que algo haya fallado en la construcción de su identidad, sino de que algo ha fallado en la implantación de la igualdad. Y sí, es un problema de clase. Y no, no lo arregla un trapo de colores.