26 MAR. 2019 JO PUNTUA España: ni rota ni roja Jon Odriozola Periodista La preferencia del protofascista José Calvo Sotelo en 1935 por una España roja antes que rota porque «con la primera el solar patrio quedaría intacto» ha experimentado un salto hogaño: ni rota ni... roja. Lo primero que hizo la burguesía, todavía con pujos revolucionarios, fue fundar las naciones, y después –o al unísono– el mercado, que es la verdadera patria del burgués. Y su escuela. Logradas estas cotas, no consentirá ninguna oposición a que no se vea obligada por las resistencias y anfractuosidades de la historia, de los movimientos sociales, de la lucha de clases. Para mantener su dominio económico-político e ideológico se cuidará de derrotar –guerra de clases– a sus enemigos, el principal el movimiento obrero y sus vanguardias comunistas organizadas. Ya casi ni se sabe que en las prisiones españolas existen un par de centenares de presos políticos comunistas y antifascistas desde hace largos años, además, por descontado, de los patriotas –estos sí– vascos. Aplastado el enemigo –provocando una guerra civil si hace falta–, conseguida la «Victoria», rebrotarán viejos contenciosos históricos, por ejemplo, el territorial. Es entonces que se deja jugar «a la política» montando un decorado aparente: partidos, elecciones, etc. Un Estado de derecho, en suma (que también decía tener el franquismo). Una cuestión, la territorial, de rango inferior, pero que puede llegar a tenerlo superior. Es lo que sucede con el «procés» catalán que el ADN fascista oligárquico español ni puede ni quiere resolver, sino, a lo más, retrasar lo inevitable poniendo piedras en el camino. No es que no sepan, que sí saben, es que no pueden, son incapaces, se negarían a sí mismos. Les va en ello su propia existencia –su «metafísica», diría Pemán– como poder fáctico. Los que se llaman –me da la risa– «constitucionalistas» saben de sobra (de ahí su mayor delito) que Catalunya –o Euskal Herria– es una nación, que hay un conflicto y que no pueden resolverlo. Y no pueden porque no está en sus manos. Lo primero que hizo la burguesía fue fundar las naciones, y después –o al unísono– el mercado, que es la verdadera patria del burgués