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El desahucio, un fracaso colectivo


El 11 de abril, Chuse, vecino de La Puebla de Labarca, tendrá que dejar su casa con todo lo que posee. Se queda en la calle, sin nada y ese nada significa incluso la imposibilidad de vivir. «Sin casa, sin trabajo y sin empadronamiento... no es más que darme un pequeño empujón para hacer lo que no quiero hacer... pegarme un tiro...». Al escuchar la voz, las palabras y la serenidad con que Chuse las pronunció, pensé que, quizás, los desahucios no se deberían de considerar un revés personal que de pronto llega y saquea nuestra existencia.

En realidad, creo que esconden el fracaso colectivo de un sistema y de una sociedad indiferente, individualista, miedosa, asustada ante el futuro que le acosa, que olvida la justa indignación y calla ante la codicia desmedida del poder económico que, cruel y sutilmente, mueve los hilos de todas las vidas a cambio de eso que llaman «sentirse seguro». Hoy es Chuse, mañana... podría ser cualquiera. El desahucio por impago de unos meses de hipoteca, lo ha solicitado el fondo buitre sueco Intrum que compró a Ibercaja, y a muy bajo precio, más de 6.500 inmuebles, entre ellos el de Chuse. Este fondo, que se enriquece y comercia con el dolor de la gente en paraísos fiscales, le ofreció 1.000 euros si abandonaba la casa antes del día 11 y les evitaba el impacto mediático. Un ofrecimiento tan canalla como los desahucios.