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AZKEN PUNTUA

Isla viva


Se discutía en el Senado sobre las competencias de la futura institución alsaciana que surgirá de la fusión de los departamentos del Alto y Bajo Rin, cuando la ministra para las Relaciones institucionales locales Jacqueline Gourault reventó el debate afirmando que la enseñanza inmersiva en «lenguas regionales en la escuela pública es anticonstitucional». Si a los alsacianos se les cortó la respiración, en Corsica, donde negocian poner en marcha esta experiencia, no quisieron ni enterarse, que por algo se declaró isula morta ante la visita de Emmanuel Macron.

En cambio, en Euskal Herria, donde la enseñanza inmersiva en la primaria pública comenzó hace unos pocos años siguiendo la vía abierta hace cincuenta a base de militancia y movilizaciones por Seaska, las palabras de Gourault representan una puñalada a quienes pensaban que el corazón jacobino comenzaba a ablandarse. Y eso no. Nunca.

Una cosa es que las calles de París se abran al paso de Korrika, como lo ha hecho esta pasada semana, y otra muy distinta es que París abra el paso al euskara, al occitano, al catalán, al bretón, al corso o al alsaciano en las instituciones. El francés es la única lengua oficial de la República y ahora en Alsacia ya lo saben. Aquí en Euskal Herria ya estábamos enterados. Lo supimos hace tiempo sin necesidad de acudir al Senado. Y por eso, esta tierra, una isla en la República, sigue viva.