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Cuando los fascistas se enfurecen


Los fascistas del futuro no van a tener aquel gesto duro militar. Van a ser hombres hablando de todo aquello que la mayoría quiere oír. Sobre bondad, familia, buenas costumbres, religión y ética». Esto lo escribió el escritor José Saramago cuando las consecuencias de la crisis hicieron aflorar los primeros discursos del miedo y la deriva fascista no había hecho más que empezar. Y no se equivocó. Hoy los fascistas recorren Europa, con traje y corbata, sonrientes y modernos, dominando el mensaje populista y la tecnología mediática de la posverdad. Manipulan la percepción social de la realidad a su conveniencia y llaman «programa de gobierno» a una involución galopante contra derechos y libertades. No tienen «aquel gesto duro militar» pero cuando alguien desmonta sus falacias se sienten descubiertos y se enfurecen. Pierden la compostura democrática y desatan, sin pudor, la violencia verbal de su talante autoritario. Eso le sucedió a Javier Maroto, candidato del PP por Araba, cuando Iñaki Ruiz de Pinedo, de EH Bildu, evidenció sus mentiras sobre el fraude en la RGI. El semblante furioso de Maroto, su dedo inquisidor y los insultos que profirió a Pinedo me recordaron las pataletas que dicen tenía Mussolini cuando alguien se atrevía a contrariarle. ¿No creen que sería una irresponsabilidad dejar que Maroto y sus amigos se sienten en el Congreso cuatro años más?