Helms-Burton, injerencia descarada en Cuba

Ayer entró en vigor el título III de la ley Helms-Burton que se encontraba en suspenso desde su aprobación. La disposición permite demandar en Estados Unidos a cualquier empresa que se beneficie de las propiedades que la revolución cubana nacionalizó. Ya se han presentado las primeras reclamaciones y, según estimaciones estadounidenses, habría alrededor de 6.000 casos pendientes. La Unión Europea criticó con dureza esta decisión con la que se violan los acuerdos bilaterales existentes. Señaló además que recurrirá a todos los medios a su alcance para evitar sus efectos, al tiempo que valoró que el cambio creará fricciones y debilitará a la asociación transatlántica.

El objetivo fundamental de esa ley es impedir que el capital extranjero invierta en la isla, utilizando como instrumento de presión contra las empresas la amenaza de largas y costosas demandas judiciales. Se trata de un paso más en la estrategia de estrangular la economía de la isla, que sigue sufriendo las consecuencias del bloqueo. Pero donde realmente se ve el alcance del paso dado con la activación de este título III es en la propuesta que ayer mismo hizo el presidente estadounidense, Donald Trump, a Cuba. Sugirió una apertura en las relaciones bilaterales si Cuba retiraba su apoyo al presidente venezolano. Una muestra desvergonzada del uso de la fuerza y el chantaje para doblegar la legítima voluntad de los gobiernos de otros países. La propuesta muestra una visión absolutamente imperialista de las relaciones internacionales en las que el más fuerte busca imponer su voluntad pasando por encima del respeto a la soberanía nacional de otros Estados, el bienestar de la ciudadanía y las normas internacionales.

Esta visión espuria de las relaciones entre países está socavando todas las instituciones internacionales y no augura más que un aumento de la tensión, nuevas agresiones, más pobreza y desigualdad en todo el mundo, pero especialmente en los países con menos recursos.