Irati Jimenez
Escritora y periodista
FINAL DE LA SERIE

Lo que se ha perdido y lo que se ha ganado en el final de «Juego de Tronos»

La serie basada en la saga de George R. R. Martin ha decepcionado a la mayoría de sus fans, que esperaban un final más justo para sus personajes femeninos, que pierden la oportunidad de pasar a la historia como iconos de una época en que las audiencias claman por relatos que dejen atrás los estereotipos machistas y los tópicos misóginos.

Tras ocho temporadas, nueve años y alrededor de un billón de espectadores, HBO pone fin a su mayor éxito en medio de un descontento tan global como su audiencia. Ninguna serie termina agradando a todos, pero “Juego de tronos” se ha quedado muy lejos del aplauso casi universal que generó el final de “Friends”, por ejemplo. Nadie parece satisfecho y menos que nadie quienes esperábamos que las respuestas finales del argumento posibilitaran interpretaciones, si no abiertamente feministas, al menos subversivas desde el punto de vista del género. A partir de aquí... spoilers.

No parecía fácil. Pero el último episodio consiguió enfadar y aburrir. Al final de la séptima temporada nadie lo hubiera imaginado, pero tampoco habría sido fácil aventurar lo mal escrita que llegaría a estar la última temporada. Quizá los productores lo fiaban todo al factor sorpresa y a la espectacularidad de las batallas pero, o no se tomaron el tiempo o no tuvieron el oficio de llevar a los personajes verosímilmente hasta su versión final, honrando su carácter y su evolución a lo largo de la serie.

El ejemplo más trágico es el de Daenerys Targaryen, un personaje complejo y con contradicciones internas que aspiraba legítimamente no solo al trono, sino a algo mejor que a ser carne de cotilleo, rivalizar con otra mujer y perder la razón en capítulo y medio, sin que el guion nos dé argumentos convincentes porque, como ha denunciado la crítica feminista, ¿quién necesita explicaciones para justificar que una mujer se pone histérica? Lo mismo ha ocurrido con Cersei Lannister, otro gran personaje deshonrado por una muerte contraria a su temperamento. Podría haber caído como un león, pero lo hizo en un arrebato de histeria, consolada por un hombre.

Y es que los personajes masculinos se han llevado, sin duda, la mejor parte en el tramo final de la serie. Frente a los tejemanejes, histerias y ardides femeninos, los hombres se despiden con lágrimas y fraternalmente de quienes han amado (Tyrion/Jaime) e incluso dicen adiós a quienes les han traicionado con admiración varonil (Tyrion/Varys). En el último episodio, ellos pueden pasar el rato hablando de irrelevancias políticas mientras ellas mueren sin agencia, en silencio o fuera de sí (Missandei/Daenerys/Cersei). Solo hay tres excepciones. Pero son relativas. Brienne sobrevive, pero lo hace en silencio, cediendo sus últimos momentos en pantalla a escribir la narración de un hombre. También vive Arya, la asesina del Rey de la Noche... y la única mujer de todo el relato en expresar en voz alta –lo hizo en el primer capítulo– su deseo de no ser como otras mujeres. También vemos reinar a Sansa, pero no sin antes oírle agradecer su historial de agresiones sexuales de una forma tan distinta a cómo lo haría una superviviente de violencia machista, que la frase parecía introducida dentro de ella por los productores para justificar las críticas al terror sexual que dominó la serie durante años.

Se pierden, en fin, muchas posibilidades de subversión feminista, aunque quienes hemos visto la serie desde Euskal Herria nos quedamos con una victoria narrativa y política: uno de los siete territorios de Poniente se independiza y se niega a hincar la rodilla ante oligarcas extractivos y señores de la guerra que juegan a conquistar el trono sin importarles el pueblo de Poniente. El Norte prometió no olvidar y en el último episodio Sansa Stark no olvidó. Larga vida a la Reina Sansa y larga vida al Norte.