23 MAI 2019 TEMPLOS CINÉFILOS Un festival salvaje Victor ESQUIROL Pasó el día Tarantino y se notó la conmoción. La película más esperada del festival (a lo mejor, la propuesta más definitoria de esta temporada) dejó una especie de vacío espiritual que tuvimos que llenar primero con apasionados (a veces crispados) debates en torno a la película de marras (para esto vinimos, también), y después, cómo no, refugiándonos en el cine (ídem). La Competición por la Palma de Oro dio un breve respiro, en espera del sprint final, y bajó el ritmo hasta la inusual velocidad de una película al día. Quedó pues el terreno allanado para probar suerte en otras secciones. La Quincena de los Realizadores, atenta a la ocasión, no la desaprovechó y nos regaló la que de momento bien podría considerarse como la mejor película en todo el certamen. Fue “The Lighthouse”, esperada confirmación de Robert Eggers como maestro imprescindible del terror moderno. Su ópera prima, recordemos, fue “The Witch”, una película cuya magia (negra) insinuaba a un gran artista detrás de las cámaras. Pues bien, aquel film no mentía. Lo comprobamos en compañía de Robert Pattinson y Willem Dafoe, dos hombres lanzados a la aventura... y en angustiosa huida de ellos mismos. En una isla cruelmente azotada por la furia del Océano Atlántico, Eggers invocó un duelo interpretativo de proporciones shakespearianas. Los protagonistas de esta función estaban a cargo de un faro; de una luz casi sagrada que les alimentaba y consumía a la vez. La locura no tardó en imponerse. En blanco y negro fantasmagórico y claustrofobia anti-panorámica. Este talentoso cineasta nos encerró en aquella prisión marina y nos obligó a compartir la condena de aquellos pobres diablos. De repente, la naturaleza fue presa de la misma demencia, y los efectos de sonido, así como los sorprendentes trucos visuales, se magnificaron hasta casi destrozar el equipo de proyección. Fue una gloriosa salvajada, en la que el hombre y los elementos con los que tan peleado estaba, trazaron una endiablada espiral que no se supo dónde empezó, pero que por el contrario estaba claro dónde nos llevaba: hacia el mismísimo abismo. Ahí nos quedamos, porque cuando decidimos probar la única propuesta de hoy en la competición, descubrimos que Bong Joon-ho nos hablaba desde el –putrefacto– sótano de nuestra sociedad. Desde aquellos rincones oscuros que, entre todos, decidimos olvidar. Marginar, sin duda. “Parasite”, que así se titula su nuevo trabajo (y esperado regreso al hogar por parte de este dotado realizador surcoreano), es un thriller sobre la invasión del hogar y la destrucción de los sacros pilares de la intimidad y la propiedad privada. Una cinta que disfruta empapándose en la locura; en el espíritu (sin lugar a dudas salvaje) de esa rígida jerarquía empeñada en separar a los privilegiados de los favorecidos. Algo así como la depuración de la fórmula “Relatos salvajes”, de Damián Szifrón: un empaque de producción de prestigio para un valiente ejercicio de género. Loable reivindicación cinematográfica de lo que históricamente se ha visto relegado a la categoría de «marginal». Genial.