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JOPUNTUA

Ingenuidad independentista


Han pasado ya casi dos años desde que la locomotora del «procés» se lanzara definitivamente a probar la vía unilateral. Como sabemos, aquel convoy acabaría estrellándose contra el Estado. Las consecuencias todavía son visibles en casi todos los ámbitos de la vida política catalana, pero quizás la más sorprendente de ellas es la onda expansiva de ingenuidad que continúa llegando sin remisión desde la zona de la catástrofe hasta las decisiones que el independentismo toma en el presente.

La falta de comprensión sobre qué reacciones suscita la apuesta secesionista en un Estado como el español es seguramente lo que más impacta al observador externo cuando mira hacia el independentismo catalán. El de entonces y también el de ahora. Solo puede calificarse de candidez inexplicable que ERC no viese que, con una mayoría absoluta no independentista en Barcelona, era probable que hubiera una coalición contra su candidatura a la alcaldía.

Y la coalición se repetirá donde pueda. En Sabadell, Podemos ha pactado con el PSC para que el ayuntamiento vuelva a manos socialistas. En Badalona es más que difícil que los socialistas acepten un acuerdo con ERC y Guanyem para gobernar juntos contra Albiol. En Tarragona, el PSC tiene casi garantizada la alcaldía gracias a los «comuns». En las diputaciones la lógica de pactos será igual. Así se convierte una victoria en votos en un fracaso sin paliativos en poder, en solo dos semanas.

El independentismo catalán se ve aún hoy sorprendido por la realidad porque no ha sido capaz de extraer al menos dos lecciones de octubre de 2017. La primera es que los agentes no independentistas van a intentar por todos los medios que no puedan acceder a ningún resorte del poder. La segunda es que, sea más o menos justo, el secesionismo necesita mayorías mucho más amplias que ganar unas elecciones o tener mayoría absoluta, porque el objetivo que tienen entre manos, lejos de ser visto como cualquier otro, se entiende por el Estado como la peor amenaza posible.