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QUINCENA MUSICAL

El retorno de un director de referencia y su orquesta parisina


La Quincena Musical retomó su programación sinfónica el lunes con la actuación de la Orquesta de París, que volvía al festival tras su última visita en 2012. La de París nunca aparece las listas de orquestas más populares de Europa, en las que dominan conjuntos como la Filarmonicas de Berlín o Viena, la Concertgebouw de Ámsterdam o la Sinfónica de Londres. Pero la parisina es una orquesta de grandísimo nivel con unos rasgos particulares, especialmente su sonoridad clara y equilibrada, con unos vientos madera cristalinos y unas cuerdas de cualidad ligera, con poco peso en los arcos en comparación, por ejemplo, con las orquestas rusas. Es una orquesta de sonido delicado que ha encontrado en Daniel Harding un director ideal para no quedarse ensimismada en su propio universo tímbrico.

El director británico es un caso único de precocidad musical, ya que su carrera internacional dio comienzo con tan solo 17 años, cuando Simon Rattle se fijó en él y lo contrató como su asistente en la Orquesta Ciudad de Birmingham. Poco después, cuando aún estudiaba en la Universidad de Cambridge, Claudio Abbado lo nombró su asistente en la Orquesta Filarmónica de Berlín, que dirigió por primera vez con tan solo 21 años. Al principio de la década del 2000, Harding estaba en boca de todos y en Donostia le hemos visto actuar desde que tenía veintipocos años, y algunos conciertos, como los que dio junto a la Mahler Chamber Orchestra, fueron memorables. En los últimos años los focos se han alejado del británico en busca de otros directores más mediáticos, pero Harding ha mantenido una trayectoria impresionante que demuestra que lo suyo fue mucho más que un “hype” y que es, por méritos propios, uno de los directores más interesante de la actualidad.

Sobre todo, tiene las ideas muy claras y sabe cómo aplicarlas. En la “Sinfonía nº 6” de Beethoven supo guiar a la orquesta a través de un guion perfectamente definido para transitar esta sinfonía tan manida: qué voces resaltar, qué contrapuntos subrayar, a qué detalles instrumentales prestar atención... Y, aunque no siempre fueron las ideas más tradicionales, fueron siempre elaboradas y de gran musicaliad, tanto en Beethoven como en su intensa visión de “Harold en Italia” de Berlioz, al que el fantástico violista Antoine Tamestit aportó un sonido precioso y sentido del humor.