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Ecologismo chic para costear la transición energética


En la serie británica "Years and Years", un drama centrado en la familia Lyons que proyecta un futuro inmediato tan viable como tramposo: la tecnología, el colapso bancario o el impacto ecológico trasforman la sociedad a un ritmo vertiginoso. En el último capítulo, la hija mayor de uno de los protagonistas prepara un risotto de castaña hecho de bacterias agitadas. Ante la incredulidad de la familia, esta detalla que sabe a castaña porque está hecho con aroma de castaña que a su vez está hecho con castañas. «Es el progreso y salvará al mundo», augura al tiempo que, en capítulos anteriores, EEUU lanzaba un misil nuclear contra una isla artificial china.

Esa escena familiar no deja de recordarme la petición de la ONU de reducir el consumo de carne, o el cinismo imperante de mandatarios que acuden a movilizaciones por el clima mientras nos imponen el TAV o la incineradora. Ejemplo de ello es la presencia del diputado de Medio Ambiente de Gipuzkoa, José Ignacio Asensio, en estas marchas; o la promesa de luchar contra el cambio climático que trasladaron tanto el Gobierno de Nafarroa como Geroa Bai al colectivo Fridays For Future.

Incluso las compañías más contaminantes del globo hacen gala de su ecologismo chic, cuando son precisamente estas y el sistema capitalista que las alimenta las causas subyacentes del cataclismo medioambiental, al igual que el Ejército de EEUU que, según un estudio publicado en “The Conversation”, contamina más que 140 países.

Esto no quiere decir que haya que ignorar que la huelga por el clima congregase a un millón de personas en Italia, o los lemas contra multinacionales coreados, por ejemplo, en la manifestación de Donostia. Pero subirse a la ola requiere surfearla entre los cantos de sirena de grandes empresas y también poner el foco en las explotaciones contra los trabajadores a las que este modelo económico quiere sumar las derivadas de una transición energética inminente.