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EDITORIALA

El cadáver de Franco y la involución que viene


Había que sacar a Franco del Valle de los Caídos. La exhumación ha llegado 44 años tarde, pero si se es capaz de abstraerse de todo el ruido que ha acompañado al traslado de la momia, lo de ayer tiene que ser calificado de buena noticia. La funesta gestión que el PSOE ha realizado no debe restar valor a lo que es una victoria, aunque tardía, de los colectivos que llevan más de cuatro décadas luchando por recuperar la memoria histórica.

Establecida la premisa, cabe entrar en las escenas retransmitidas a los cuatro vientos con motivo de la exhumación. Apenas queda margen para el debate: el ataúd del dictador salió de la basílica como entró, a hombros, en un clima de solemnidad, en un acto organizado por el Estado y retransmitido por todos los medios de comunicación, que suplieron la falta de imágenes interiores con la de los exaltados franquistas que se acercaron a Mingorrubio; lo de ayer se pareció mucho más a un homenaje de Estado que a la exhumación de un dictador. Que nadie diga que no era posible hacerlo de otro modo: el Gobierno municipal de Joseba Asiron sacó a Mola de Iruñea sin que un solo medio se enterara. Se supo dos semanas después.

También conviene ser claros a la hora de señalar que el PSOE no quiso organizar un homenaje –muchos de los suyos observaron atónitos el espectáculo lamentable de ayer–. No fue voluntad, fue incapacidad; pero lo fue de tal calibre que debería servir para inhabilitar a Pedro Sánchez a los ojos de cualquier votante de izquierdas. El candidato confiaba en apuntarse un tanto en una carrera hacia el 10N que va de tropiezo en tropiezo; todavía tiene dos semanas para seguir regalando terreno a la derecha y dar forma a una legislatura que tendrá como misión principal la reconfiguración del régimen del 78, aquel que pactaron con los herederos políticos del exhumado. Lejos de dar carpetazo a la dictadura, el vuelo de Franco en el helicóptero se convirtió en el anuncio de la involución que viene.