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Entrevue
CARLOS TAIBO
ESCRITOR Y PROFESOR DE CIENCIA POLÍTICA

«Emerge un capitalismo con un proyecto de futuro manifiestamente criminal»

Carlos Taibo (Madrid, 1956) es uno de los pensadores más reconocidos e interesantes del Estado español, y desde un punto de vista libertario lleva décadas señalando los males que atenazan a este planeta que, advierte, camina hacia una crisis sin parangón. Hace unos días estuvo en Bilbo presentando su libro “Ante el colapso. Por la autogestión y el apoyo mutuo”, y poco antes habló con GARA sobre asuntos como el nuevo capitalismo emergente, la crisis climática, el 15M y Catalunya.


¿A qué colapso se refiere en el libro?

Me refiero al riesgo de que la combinación de dos fenómenos delicados, como son el cambio climático y el agotamiento de las materias primas y energéticas, junto con otras crisis, como la demográfica, la social, la financiera, la de los cuidados… provoque un estallido del sistema en el que estamos inmersos, de manera que tanto las reglas de juego como los conceptos que manejamos dejen de servirnos para describir la realidad. Quienes han trabajado en serio sobre este riesgo sugieren que no es para 100 o 150 años, hablan como periodo crítico el que separa el año 2020 del 2050, es decir, a la vuelta de la esquina.

Habla del colapso del sistema en su sentido más amplio. Hace una década se aventuraba otro colapso, el del modelo capitalista. No ha ocurrido tal cosa e incluso hoy se nos presenta más fuerte. ¿Qué ha pasado?

Yo dudo de que esté más fuerte. Mi impresión es que utilizamos una misma palabra, que es capitalismo, para describir dos realidades distintas. La primera es la propia del capitalismo que hoy conocemos, aberrantemente cortoplacista, que solo busca multiplicar los beneficios en un periodo muy breve y que no tiene en realidad ningún proyecto de futuro. Con lo cual no es más criminal que otros capitalismo que han existido en el pasado.

Pero está emergiendo un segundo capitalismo, que retrato en el libro de la mano del concepto “ecofascismo”, que sí tiene un proyecto de futuro, que es manifiestamente criminal. Se asienta en la certeza de que en el planeta sobra gente, de tal manera que hay que marginar a quienes sobran, algo que ya se hace, y probablemente exterminar a buena parte de ella, algo que hoy no es una realidad aún evidente. La competición entre estos dos capitalismo puede producir resultados dispares.

Entiendo que el segundo va cobrando cuerpo de manera progresiva en detrimento del primero, pero en cualquier caso, el primero, que es todavía imperante, no me parece que sea particularmente inteligente; ha perdido los mecanismos de freno que en el pasado le permitieron salvar la cara, con lo cual creo que haríamos bien en rebajar el peso de esos discursos que apuntan que el capitalismo está saliendo fortalecido de estas crisis. No parece tan evidente.

Utiliza el término ecofascismo, ¿por qué?

Ya sé que el término es algo sorprendente, porque estamos acostumbrados a concluir que el prefijo “eco” acompañe realidades saludables o neutras. Debo recordar, sin embargo, que en el partido nacionalsocialista, el de Hitler, operó un activo grupo de presión de carácter no sé si decir ecologista, que defendía la vuelta al mundo rural, que criticaba las consecuencias negativas de la industrialización y la urbanización, que postulaba prácticas de carácter vegetariano… todo ello, claro, al servicio de la raza elegida que estaba en condiciones de imponer reglas de obligado cumplimiento a los demás.

No es nuevo esto. En los últimos años he recomendado la lectura de un libro de un periodista alemán llamado Carl Amery, que en su versión en castellano se titula “Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI?”, cuya tesis principal sugiere que estaríamos muy equivocados si concluyésemos que las políticas que abrazaron los nazis remiten a un momento histórico coyuntural, singularísimo y por ello afortunadamente irrepetible. Amery nos emplaza a estudiar en detalles esas políticas porque bien pueden reaparecer en los años venideros, no defendidas por ultramarginales grupos neonazis sino postuladas por algunos de los centros de poder político y económico cada vez más conscientes de la escasez general que se avecina y cada vez más firmemente decididos a preservar esos recursos escasos en unas pocas manos en virtud de un proyecto de darwinismo social militarizado.

La crisis climática ya es un hecho, está aquí. ¿Cree que hemos interiorizado su importancia?

Creo que vivimos en una situación esquizofrénica, porque por un lado sabemos que es grave, y que va a ir a más, pero por el otro decidimos actuar como al parecer hicieron algunos pasajeros del Titanic, que conscientes de que el barco se iba a pique decidieron seguir bailando y bebiendo champán. Incluso quienes estamos en el activismo sospecho que al final no hemos interiorizado la tragedia, seguimos viviendo como si esto fuera a durar. Algunos, porque ya tenemos cierta edad e intuimos que no nos va a pillar de lleno, pero los datos son abrumadores. Parece inevitable que la temperatura media del planeta suba al menos dos grados en comparación con los niveles de la era preindustrial, y lo que viene después no lo sabemos, pero es evidentemente muy grave.

Y ante la pérdida de auge de ese capitalismo predominante, el espacio de la izquierda más tradicional o el ámbito libertario no se han fortalecido, y sí lo hacen esas opciones más autoritarias y fascistas. ¿Por qué la izquierda se muestra incapaz de conformar una alternativa?

La primera explicación que se me ocurre es que llevamos claramente situada en la cabeza la lógica del sistema, de tal manera que influye poderosamente en nuestra conducta. Creo que este es un elemento central de la comprensión libertaria del mundo, pero lógicamente no resuelve el problema. Aunque acepto de buen grado que lo que has dicho es verdad, hay dos elementos que me invitan a confiar algo en el futuro; el primero es la perspectiva de que la conciencia de la proximidad del colapso provoque cambios importantes en las percepciones y en las conductas de mucha gente que hasta hoy está dormida.

El segundo elemento es el horizonte de que las respuestas lleguen desde los países del sur, de gentes mucho menos carcomidas que nosotros por la lógica mercantil del capitalismo. De gentes que combinen elementos precapitalistas de las sociedades tradicionales, vinculadas con lo colectivo y el apoyo mutuo, con elementos anticapitalistas que proceden más bien de las ideologías originarias del norte rico. No son los únicos, pero el de Chiapas en México y el de Rojava en el norte de Siria, si este último pervive, me parecen dos modelos interesantes en los que habría que mirarse.

Otro acontecimiento que en los últimos años ha sacudido el panorama político del Estado ha sido el 15M, que generó esperanza en mucha gente. ¿Qué ha quedado de todo aquello?

Es difícil responder a esa pregunta, porque creo que no tenemos perspectiva suficiente para valorarlo. El 15M sigue existiendo en algunos lugares, en Madrid, por ejemplo. Y yo sigo sosteniendo que en Madrid sigue siendo la punta de lanza de la resistencia en los barrios, lo cual no es una buena noticia, porque quiere decir que las otras instancias que debían operar son todavía más débiles que el 15M.

Mi impresión es que hay un truco mediático muy poco afortunado que consiste en vincular el 15M con Podemos, cuando son dos realidades no solo distintas sino enfrentadas: el 15M es un movimiento asambleario, autogestionario, sin líderes, sin jerarquías, y Podemos es claramente todo lo contrario.

El legado mayor del 15M es la apertura, en algunos casos, la consolidación en otros, de espacios autogestionados que tienen hoy una presencia algo mayor que la que mostraban hace diez años. Me parece que esto revela el espíritu primigenio del 15M, aunque soy consciente de que estoy idealizando un tanto el movimiento, pero prefiero idealizarlo a callar y decir que ahí no ha habido nada. Me parece que tampoco estamos en condiciones de valorar en qué medida determinados debates que estaban clausurados, materias de las que no se podía hablar, hoy se puede hablar gracias al 15M. Yo sigo pensando que es lo mejor que nos ha ocurrido en bastante tiempo, al menos en el grueso del Estado español, no prejuzgo lo que puede haber ocurrido en Euskadi o en Catalunya, que admito que puede discurrir conforme a claves diferentes.

 

«En el Estado hay una falta de salud democrática elemental»

El Supremo ha condenado a cien años de cárcel a líderes del proceso independentista catalán, ¿qué valoración hace de la sentencia y de la situación política en Catalunya?

Mi valoración es clara, yo creo en el derecho de autodeterminación, y entonces me parece que todo lo que ha ocurrido en los tres o cuatro últimos años es profundamente desgraciado, sobre todo del lado del Gobierno español y del stablishment político español. Debo confesar que si hace cuatro años me hubieran preguntado si los gobernantes españoles iban a llegar tan lejos, habría dudado. Habría dicho, «se cortarán un poco, asumirán algún tipo de contención»… Pero infelizmente, al menos en una primera lectura y en el corto plazo les ha salido bien la jugada, no nos engañemos. Pongo esta cautela de al menos en el corto plazo, porque esto va a seguir, y quien piense que no va a seguir se está equivocando. En Catalunya hay un problema político que se manifiesta de dos maneras diferentes. Una, es que hay una parte significada de la sociedad catalana que no desea seguir siendo española, no sé en qué porcentaje, pero me interesa más la segunda manifestación: hay una abrumadora mayoría de catalanes que quieren ser consultados al respecto, y en esa mayoría se dan cita independentistas, soberanistas, nacionalistas, pero también mucha gente que quiere una Catalunya que quiera seguir viviendo en España y que reclama el ejercicio de un derecho democrático. Y esto me parece que es tan evidente, que el hecho de que en el debate político español no se perciba indica que aquí hay un problema de falta de salud democrática elemental. Debo subrayar de todas maneras para decir todo, que presos políticos entre nosotros hay muchos a parte de esta docena de catalanes que merecen todo mi respeto y mi respaldo, y a veces sospecho que esta concentración tan abusiva sobre su caso tampoco es muy saludable en términos de criterio democrático elemental.