09 DéC. 2019 JOPUNTUA Por cordones Anjel Ordoñez Periodista Pasa muy a menudo en España. El debate sobre la conveniencia de la aplicación de un hipotético cordón sanitario a Vox se ha resuelto, no por la vía de la confrontación teórica o dialéctica a partir del análisis tanto ideológico como de las experiencias ya testadas en otros puntos geográficos de referencia, sino por los cauces habituales: la incapacidad para superar las cuitas partidistas para iniciar cualquier diálogo coherente y el pánico escénico a errar en el siempre complicado arte de los cálculos electorales. El culto al corto plazo sigue marcando el pulso de lo que se cuece en Madrid, especialmente en un delicado momento político de vuelcos e incertidumbres que, a todas luces, está superando las capacidades de la mayoría de los actores y actrices de ese pobre sainete en que se ha convertido la política española. Pero en fin, la cuestión no depende tanto de habilitar o no ahora alrededor de Vox un cordón sanitario cuya eficacia está todavía por demostrar, tal y como se puede comprobar en casos como el francés o el alemán, sino de cortar de una vez por todas el cordón umbilical que une el actual entramado político español con su pasado fascista. Algo a lo que siempre se han resistido no solo las opciones que heredaron directamente los pingües beneficios de una transición de contenido puramente epitelial, sino, incomprensiblemente, también aquellos que perdieron la guerra y que, apocados por complejos enraizados en un nacionalismo (imperialismo) español trasnochado y mal entendido, y atemorizados por los retos de una reconstrucción democrática de profundidad abisal, optaron por un continuismo timorato y cortoplacista, profundamente injusto con la historia, y que hoy afronta entre agonías el final del confortable ciclo del bipartidismo. Llegados a este punto, creo que establecer un cordón sanitario alrededor Vox tendrá para la democracia en el Estado español los mismos efectos que un cordón de San Blas para un cáncer de garganta, cuya curación vendrá siempre de la mano de un adecuado, aunque quizá agresivo, tratamiento médico, y/o de una cirugía que elimine las células malignas definitivamente. El culto al corto plazo sigue marcando el pulso de lo que se cuece en Madrid, especialmente en un delicado momento político de vuelcos e incertidumbres