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VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Caza al cine coreano


En este punto de la historia, no importa cómo empezó todo. No debería importar, de verdad. Lo que se debe celebrar aquí es que a partir de ahora, lo que antes era una cinematografía minoritaria (a escala planetaria, se entiende), ahora es un patrimonio que, para bien o para mal, confirma la avanzada etapa en la que actualmente se encuentra el fenómeno de la globalización.

Hará una semana que nos despertamos, de un salto, con el estruendoso sonido a campanazo que los “Parásitos” de Bong Joon-ho habían protagonizado en la última gala de los Óscar. Primero cayó el Premio a la Mejor Película Internacional, después al Mejor Guion Original, después a la Mejor Dirección y después a la Mejor Película. No era una campana, era el sonido de la Historia, consumado en una película concebida y producida en Corea del Sur, que acabaría conquistando los máximos honores a los que se pueden aspirar en el mundo del cine (a saber, y sintetizando: Cannes y la Academia de Estados Unidos).

O sea, que ahora a todo el mundo parece importarle el cine que viene de dicho país. Y está bien así, porque al fin y al cabo, en parte por esto deberían existir estos premios: para dar visibilidad a los que antes no la tenían. Y en estas estamos, poniéndonos al día con la oferta –afortunadamente– inagotable de una industria que brilla, como pocas otras, tanto en la faceta comercial como en la más autoral. ¿Y dónde vamos a ir para acabar de aterrizar en este faro del Extremo Oriente? Pues en Filmin, evidentemente.

Ahí encontramos la “Colección Cine Coreano”, una selección de una cincuentena de títulos firmados por autores tan fundamentales como Park Chan-wook, Na Hong-jin, Lee Chang-Dong, Hong Sang-soo, Kim Jee-woon, Kim Ki Duk o, por supuesto, Bong Joon-ho. Es decir, una invitación a perderse (en el mejor de los sentidos) en las infinitas posibilidades que a día de hoy sigue planteando el séptimo arte.

Por ejemplo, “En otro país” nos presenta a Isabelle Huppert empalmando encuentros de carácter más o menos amoroso. Se trata de una de las cintas más fascinantes de Hong Sang-soo, genio especializado en camuflar el carácter tremendamente sofisticado de sus aparatos fílmicos, detrás de un tono que inevitablemente engancha por su jovialidad. Está también “The Chaser”, taquicárdico thriller con el que descubrimos el apabullante talento de Na Hong-jin, uno de los directores que más nos ha impresionado con sus contínuas indagaciones en el lado más oscuro del ser humano.

Pero está también “Thirst”, de Park Chan-wook, una cinta de vampiros experta en interpretar los códigos del subgénero para llevarlos a latitudes inesperadas, o “Seoul Station”, de Yeon Sang-ho, animación terrorífica con zombies como invitados estrella, o “Hierro 3”, de Kim Ki Duk, extraño drama romántico que, visto en perspectiva, se descubre como una de las películas más imprescindibles a la hora de entender de dónde surgió el actual boom del cine surcoreano. Un repertorio inagotable para un cine del que, efectivamente, es casi imposible cansarse. Ahora que por fin lo hemos descubierto, toca disfrutarlo.