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Comienza el tardío adiós a la central nuclear más antigua del Estado francés

El cierre en la pasada madrugada del primer reactor de la planta de Fessenheim supone el comienzo del desmantelamiento de la más antigua central nuclear francesa. Decenios de lucha ecologista, que cobraron impulso tras la catástrofe de Fukushima, recogen su fruto. Operarios y vecinos se quejan de las derivadas económicas del cierre.


La central nuclear de Fessenheim, la más antigua del Estado francés, tenía previsto comenzar a quedar fuera de servicio la pasada noche con el cierre del primer reactor (a las 2.30 hora en Euskal Herria), en virtud de un decreto publicado esta semana, y que da luz verde al comienzo de un proceso de desmantelamiento que proseguirá hasta 2040.

La planta de Fessenheim, en funcionamiento desde 1977, ha provocado numerosas movilizaciones de protesta y huelgas de hambre de sectores ecologistas y preocupados por el medio ambiente. En 2011, el entonces presidente socialista, François Hollande, prometió cerrarla.

Tras la parada gradual ayer del reactor de agua a presión de 900 megavatios, la evacuación del combustible usado se llevará a cabo antes del verano de 2023. El desmantelamiento propiamente dicho, inédito en la historia al tratarse de la primera central nuclear que se clausura en el Estado francés, arrancará en 2025 y no terminará hasta 2040, como muy pronto.

La oficina del primer ministro, Edouard Philippe, anunció que el cierre de la central nuclear de Fessenheim, situada en Alsacia y a tiro de piedra de la frontera alemana, «es un primer paso en la estrategia energética de Francia, que busca un reequilibrio progresivo» entre los distintos tipos de energía, con una disminución progresiva del peso de la nuclear –actualmente del 70%, mayor que ningún otro país del mundo–, y un aumento de la electricidad de origen renovable.

Doce reactores suplementarios, sobre los 58 actualmente operativos en el Estado francés, deben ser puestos fuera de funcionamiento de aquí a 2035, pero no habrá desmantelamientos completos como el de Fessenheim.

Celebración no triunfalista

Las asociaciones de defensa del Medio Ambiente, ofrecerán hoy una rueda de prensa en la localidad de Colmar, que alberga las instalaciones. Luego se concentrarán en el centro de Estrasburgo, a donde acudirá asimismo la asociación ecologista alemana Bund. Este grupo ha anunciado que descorcharán Sekt, un vino espumoso alemán, pero que no lo harán antes del cierre del segundo reactor el 30 de junio. «La parada de esta central moribunda es motivo de celebración transfronteriza, pero no un motivo de triunfo» señaló Bund, que recuerda que el combustible radiactivo seguirá presente durante muchos años.

Accion en Tricastin

26 militantes de Greenpeace fueron detenidos ayer en la central nuclear de Tricastin (Drôme) tras entrar en las instalaciones y exigir su cierre por su antigüedad. Los militantes se hicieron pasar por operarios de una empresa de desmontaje integral para acceder a «lugares no estratégicos» de la planta, siempre según la versión policial. Greenpeace recordó que la central de Tricastin también ha superado «los 40 años, duración máxima para la que las centrales nucleares fueron concebidas. Ha entrado en una fase de envejecimiento peligrosa».

Reticencias de trabajadores y de vecinos

Algunos trabajadores de la central amenazaban con desobedecer y no aplicar los procedimientos de parada del reactor. Otros trabajadores señalaron que un sabotaje de este tipo sería «impensable (…) El trabajo se hará como se debe de hacer».

El diputado de derecha (LR) del Alto-Rhin Raphael Schellenberger pidió «perdón» a los trabajadores de la central «por esta decisión irresponsable de la que sois las primeras víctimas».

La ministra de Transición Ecológica, Elisabeth Borne, aseguró ayer en el transcurso de una visita al Departamento que no habrá ninguna pérdida de empleo. Electos locales izarán una bandera al pie de la central para reclamar que el Estado no abandone a un territorio que se ha beneficiado durante 40 años de los impuestos pagados por EDF, propietaria de la central. Temen que cientos de familias se queden sin esos ingresos.

En la pequeña comuna, de menos de 2.500 habitantes, la iluminación pública se apagará durante toda la noche por la desconexión del reactor a la red eléctrica nacional. El alcalde, Claude Brender, aprovechó para hacer un juego de palabras asegurando que «la negra oscuridad» simbolizará un territorio «al que ya no llegarán destellos de esperanza». GARA