GARA Euskal Herriko egunkaria
JOPUNTUA

Farmageddon


La brutal ceremonia de la confusión en que ha derivado la crisis del coronavirus lleva camino de convertirse en destacado paradigma de la sociedad de la desinformación. A pesar de que los medios de comunicación, las instituciones, los científicos, los expertos, los analistas y no sé cuántos actores comunicativos más no dejan de inyectarnos ingentes cantidades de noticias, datos, opiniones y prospecciones, seguimos como al principio: no sabemos si prepararnos para el apocalipsis o seguir tomando vinos hasta la hora de comer.

Lo más llamativo, y por ahí preocupante, es la inusual distancia que separa a los mensajes tranquilizadores –que aseguran que la enfermedad, a pesar de su capacidad para propagarse, arroja índices de mortalidad incluso inferiores a los de la gripe que ya conocemos– de la excepcionalidad de las medidas de profilaxis social que se están adoptando en todo el mundo.

Tal y como yo lo veo, de entre muchas, destacan dos explicaciones. La oficial nos aclara que las autoridades sanitarias pretenden que el virus se vaya por donde ha venido y para siempre, que no se convierta en un visitante estacional como ya lo es la gripe convencional, causante de decenas de miles de muertes cada año en todo el mundo. Plausible, pero aburrida. Una segunda, más entretenida, se abona a la teoría de la conspiración y apunta a Trump y su cohorte como principales instigadores de una estrategia engastada en su obsesiva cruzada económica contra el gigante asiático, al que habría pretendido en esta ocasión aislar del mundo a base de desmedidas dosis de terror. Pero no sé cómo encaja en esta línea la debacle de los mercados internacionales, entre ellos los neoyorquinos: Dow Jones registró la semana pasada sus mayores pérdidas desde la crisis de 2008.

Pero la experiencia de quien ha sobrevivido al mal de las vacas locas, la gripe aviar, la gripe porcina y la gripe A, me susurra que en esta ecuación todavía quedan algunas variables por descubrir. Y no lo haremos hasta que los principales actores de esta tragicomedia (Pfizer, AbbVie, Hoffmann, Sanofi, Novartis, etc.,) decidan que ha llegado el momento de hacer caja de verdad. Al tiempo.