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DE REOJO

Antonio


A lgunas personas se les conoce sin haber estado nunca a la distancia de protección que hoy recomiendan las autoridades sanitarias. Con Antonio Álvarez-Solís pasaba eso. Sus textos desde hace tantos años leídos en diferentes medios eran una invitación a la cercanía del compinche, pero siempre manteniendo un nivel argumental que ayudaba al entendimiento sin perderse en los laberintos de la oscuridad colocada como tangencial paso al misterio.

Ese hombre que escribía con tanto poso, tanta enjundia, pasó a convertirse en un señor que opinaba en las tertulias televisivas y ahí entró en otra categoría, pasó de ser don Antonio, a Antonio, sin apósitos de rango. Era siempre una voz crítica, no abdicó nunca de sus ideas básicas y fundacionales, pero su carácter le permitía flexibilizarse, amoldarse a la coyuntura, a la circunstancia mediática para no desentonar, aunque siempre colocando en el discurso socarrón su visión del mundo fuera del papanatismo habitual.

Cuando este txoko pasó del lugar del periódico donde nació a este espacio de opinión, sentí un pánico escénico porque compartía la página con alguien que me ha ayudado con su postura ética, con su escritura, con su mirada crítica a poder escribir cada día sobre la vida a mi alrededor con una suerte de optimismo rebozado en sarcasmo, que es la defensa vicaria de los tímidos y poco dogmáticos frente a todo absolutismo.

Con la ausencia de sus escritos, me quedo sin esa referencia, esa duda metódica antes de arrancar la escritura de cada entrega, ¿qué opinará Antonio de este asunto que voy a desarrollar? Espero no defraudarte nunca más ni un instante. Iré al grano y por derecho. Confío en que es tan prolífica tu herencia que podremos mantenernos alerta por muchas décadas dedicando unos segundos a recordarte antes de poner el título.