05 AVR. 2020 JO PUNTUA Un esfuerzo constante Irati Jimenez Escritora Aunque pueda parecer otra cosa y tantos escritores lo expliquen tan mal, en literatura, el argumento no es más que la presión que ejercemos sobre los personajes para que revelen quiénes son en realidad, o sea, quiénes han sido desde el comienzo del libro. Porque, si queremos que, al final de la historia, un personaje no resulte ser quien parecía, tendremos de hacerlo de tal manera que el público sea capaz de recopilar todas las pistas que hemos escondido en la trama para avisarle de lo que iba a pasar. Lo digo porque las pistas estaban ahí. La covid-19 es un giro del argumento devastadoramente dramático, pero no tiene la capacidad de convertirnos en quien no somos, ni a nosotros ni a nadie. Si la policía, incluyendo por supuesto a la Ertzaintza, está enseñando estos días una cara tan despiadadamente violenta y tan decididamente cruel con quienes deben amparar es porque, como sabíamos demasiadas personas en Euskal Herria, en el reino de España ni hay ni ha habido jamás una policía que estuviera ahí para hacer lo que aparece escrito en los coches policiales americanos: servir y proteger. La policía que tenemos –ojo, no la única que podríamos tener– estaba ahí para servir sí, pero no a la gente, y para proteger, claro, pero no al pueblo. Todo era así. Los frívolos, los perversamente cínicos, los pesimistas de postureo, los que se chivan a la policía porque odian a sus vecinos, los que no muestran corazón ni compasión. Ya eran así. El mundo era esto, este capitalismo de casino insaciable, estas lógicas deshumanas de relación social. Y Euskal Herria estaba justo donde está ahora, bajo una subordinación imperial abominable, sometida a una monarquía atroz y a un autonomismo descorazonador. A algunas personas les costaba más verlo, entre otras cosas porque todo sistema de dominación pretende ser invisible. Por eso la literatura debería ayudarnos siempre a caminar con los ojos abiertos porque, como dijo George Orwell, a quien tanto y tan justamente se cita estos días, ver la realidad exige un esfuerzo constante. Y Euskal Herria estaba justo donde está ahora, bajo una subordinación imperial abominable, sometida a una monarquía atroz y a un autonomismo descorazonador