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DE REOJO

Las noches


A los días les damos tonalidades, pero a las noches les damos contenidos. Cuesta aprender que a la peor noche le sucede un amanecer que puede dar en un día gris o luminoso. Duele que se ha ido ese gran poeta, ese gran artista, Luis Eduardo Aute, uno «que pasaba por aquí», y nos dejó una de las más bellas canciones jamás escritas, “Al alba”, donde se presume «que tras esta noche vendrá la noche más larga». ¿Qué noche puede ser esa que sea más larga todavía? Traspaso responsabilidades a mi avatar optimista que intenta no insistir en el avance de actitudes represivas de baja intensidad que pueden haber llegado para quedarse e ir aumentando en nombre de la seguridad sanitaria, de retroceso en libertades que pueden quedar congeladas para la prevención de contagios, pandemias y que ayudan, de manera clara y evidente a la proliferación de odios y que ondeen banderas victoriosas de manera masiva.

Las noches blancas. Las noches de blanco satén, las noches de velatorio suprimidas, la imposibilidad de acudir a los cementerios a las últimas despedidas, los campos santos improvisados que son grandes fosas comunes parceladas. Hay una noche más larga que nos espera el día en que se acabe el confinamiento y podamos recorrer las calles sin mirar a las sombras que nos persiguen. Noches sin pesadillas; días de pesadilla y asuntos propios. Como un hombre ruso que ha matado a cinco vecinos porque hablaban en voz demasiado alta. Si fuera un poeta en trance, esta circunstancia de alboroto es ¿atenuante o agravante? En algún lugar de la tierra los policías paran a los automóviles llevando un llamado «coronacasco», con esas trompetillas que salen de algo esférico, porque nos han creado una imagen de marca de la covid-19 como símbolo de los eclipses de libertades y del miedo a no respirar por las noches.