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SICOLOGÍA PARA UNA CRISIS

Y las niñas salen


Tengo dos nietas de 4 y 7 años, unas campeonas, las mejores. Pues desde ayer ando preocupada porque me dice mi hijo que las crías le han dicho no quieren salir. Sobre todo la pequeña. Andan con pesadillas. Habrán visto alguna película o leído algún cuento, y entre lo que nos oyen a los mayores y la tele, se han montado una película. Ainize, la peque, dice que tiene miedo al monstruo que está en la calle porque nos va a matar. No sé, ¿algún consejo para darle a mi hijo? Lo están pasando mal y me dan mucha pena. Un abrazo bien fuerte y muchísimas gracias a ti y al periódico.

(Nekane)

Hola, Nekane. Para obtener la colaboración de los pequeños en esta situación les hemos contado una historia que ahora habrá que ir revirtiendo. Les hemos contado que fuera había un bichito que nos ponía enfermos y que por eso hay que quedarse en casa… Una historia que estimula la preocupación y el miedo, y revertirlo no es algo que suceda de hoy para mañana.

Sabemos que este encierro tiene efectos análogos a los que viven las personas hospitalizadas durante largo tiempo: desorientación, confusión y cierta aprensión hacia lo que tiene que ver con el exterior. Por así decirlo, nuestra mente se ha adaptado a las circunstancias restrictivas, replegándose, convenciéndonos con razones y reproduciendo escenarios que hacen preferible no salir, apoyados en la información que nos alerta. 4 y 7 años son edades diferentes, pero desactivar el miedo pasa por la seguridad que los adultos tengamos, la sintonía con sus emociones e ir ayudándoles a relajarse. Su mundo de fantasía se nutre directamente de su manera simbólica de ver las cosas y de las emociones de los adultos. Quizá haya que contar nuevas historias, en las que ese “bichito” ha cambiado, o tenemos nuevas maneras de protegerlas. Que puedan salir no significa que tengan que salir a la fuerza, necesitarán su propio ritmo, y será francamente extraño para ellos no jugar con otros niños –sería uno de sus principales deseos–. Jugar con ellos a salir de casa con sus muñecos antes de hacerlo de verdad, contar nuevas historias y tratar de normalizar con el juego las medidas de seguridad podrían ser algunas estrategias pero, sobre todo, necesitamos recordar que algunos se sentirán vulnerables y habrá que estar atentos a sus necesidades. No podemos exigirles normalidad.