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ELECCIONES EN SERBIA, UN PLEBISCITO A MEDIAS AL PRESIDENTE VUCIC

Serbia celebra hoy las elecciones parlamentarias aplazadas en abril por el coronavirus. La coalición liderada por el Partido Progresista Serbio (SNS) del presidente, Aleksandar Vucic, es favorita. La oposición, fragmentada, sin un líder claro, cuenta con 21 alianzas y un grupo que opta por el boicot.


Un 55%, puede que un 60% de los 250 escaños. Más, incluso. En Serbia, nadie duda de la victoria del Partido Progresista Serbio (SNS) y su coalición Por Nuestros Hijos en los comicios parlamentarios de hoy. La intriga está en la abstención, que si es alta serviría a la oposición para intentar deslegitimar a su líder y presidente del país, Aleksandar Vucic, quien afronta la votación con tranquilidad y como examen parcial a su gestión. Aunque no se presenta, todo en Serbia gira en torno a él.

Ministro de Información bajo el Gobierno de Slobodan Milosevic, Vucic se inició en el panserbio Partido Radical (SRS) del criminal de guerra Vojislav Seselj. En 2008, junto a otros compañeros, se apartó del SRS y cofundó el SNS, más pragmático en su postura hacia Occidente. Entonces comenzó su ascenso. En 2014, fue investido primer ministro. En 2016, repitió. En 2017, en la primera ronda, ganó las elecciones presidenciales con el 55% de los votos. Pese a ostentar desde entonces un cargo testimonial, es el mandamás de Serbia: el líder al que cortejan Bruselas, Pekín, Moscú y Washington.

«Ana Brnabic fue una elección innovadora al ser la primera mujer y persona abiertamente homosexual en su cargo –primera ministra–. Sin embargo, el liderazgo de Vucic en el dominante SNS le reserva el control de la mayoría parlamentaria y, por tanto, del Gobierno. Brnabic carece de poder propio y es leal al presidente. Para los serbios, Vucic personifica los poderes ejecutivos», destaca un informe del Parlamento Europeo de mayo de 2019.

«Manda porque es lo que queremos. Es normal que se hable de él. En los 90 tuvimos problemas por las sanciones que nos impusieron. Esperábamos un cambio que no llegó hasta Vucic, que nos reintegró en el mundo», recuerda Dusica Davidovica, que recoge firmas para el SNS en el centro de Nis, ciudad del emperador Constantino y el cantante Saban Bajramovic.

En Serbia, Vucic representa una mezcla entre el nacionalismo ortodoxo y la conservadurismo europeo. De discurso ambiguo que se adapta a la gran contradicción serbia que aspira a integrarse con quienes considera responsables de su destrucción, Vucic respalda una orientación prooccidental mientras coquetea con Rusia y China. Durante la crisis del covid-19, saldada de momento con éxito por el bajo número de fallecidos y la rápida vuelta a la normalidad, el mandatario mostró orgullo cuando alabó que China respondiera en lugar de la UE a la demanda de material sanitario de Belgrado. Esta independencia pública al estilo de Erdogan sigue la estela de Putin, al ser connivente con la Iglesia ortodoxa que, en el siglo XXI promueve el nacionalismo, como ya hizo en el XIX, y que, desde la diócesis serbia, protagoniza tensiones con la Iglesia montenegrina.

Más allá del plano ideológico, la oposición alega que Vucic controla el debate público a través de los medios de comunicación, y el empleo a través de la estructura clientelar del SNS. Le tachan de «dictador». «Fuera de Belgrado el trabajo se obtiene a través de las compañías estatales y las empresas ligadas a Vucic. Por otro lado, existe un control total de los medios de comunicación. No existe un debate alternativo. Vucic es el Estado, Vucic es el partido, Vucic es el trabajo», explica Giorgio Fruscione, del Instituto Italiano para los Estudios de Política Internacional.

Falsa oposición

Los diputados en Serbia son escogidos por esos líderes que, más tarde, apuntalan los diferentes cargos, incluido el de primer ministro. Por tanto, sobre todo en las grandes ciudades, el mensaje de la campaña electoral pivota en ellos. En Nis, los panfletos del SNS se centran en Vucic y los proyectos regionales que él hizo posibles. Es el culto al líder.

La oposición, desunida, carece de esa figura prominente. No consigue inquietar a Vucic: en las elecciones parlamentarias de 2016, la coalición del SNS cosechó 131 de los 250 escaños y el 48,25% de apoyo popular, mientras que el resto de partidos se quedaron a más de 100 escaños y 38 puntos. «La oposición no ofrece nada. Solo dice que Vucic es un dictador y no es cierto, y habla de violencia doméstica (sic) y de cosas que no interesan», considera Davidovica.

Las dos principales fuerzas opositoras que concurren son el Partido Socialista de Serbia y el SRS de Seselj. Ambas han apoyado a Vucic en distintos momentos. Es lo que Fruscione califica de «falsa oposición». Luego están los políticos que se hicieron con el control de parte de las protestas que recorren las principales ciudades serbias desde 2019 y que formaron Alianza por Serbia, que opta por el boicot: es una mezcla del Partido Democrático, que gobernó el país antes del SNS, y formaciones de izquierda y derecha. Varias escisiones de esas mismas protestas, conocidas como «1 de 5 millones», sí que concurren. Tienen difícil entrar en el Parlamento, pero es posible tras reducirse el corte electoral al 3%.

«El SNS obtendrá en torno al 60% de los votos, pero hay que añadir los de la falsa oposición. Al final, Vucic tendrá alrededor del 75% de los escaños, suficiente para cambiar la Constitución si hubiera avances en la causa de Kosovo», aventura Fruscione.

La comunidad internacional quiere una solución en el enclave. La que sea. Y Vucic, de robusto liderazgo, se considera la apuesta más sensata. Queda escuchar al pueblo.