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AZKEN PUNTUA

Realismo y soberbia política


Hay que ser realistas porque desgraciadamente habrá más malas noticias en las próximas semanas y meses». Con estas palabras, la Consejera de Industria, Arantza Tapia, advirtió a la clase trabajadora que se acercan tiempos difíciles y que, en lugar de organizarse, es mejor para todos que vayan asumiendo que esto es lo que hay. Ese llamamiento a practicar un realismo de resignación o derrota anunciada, tan directo e inapelable, lo hizo después de que la empresa Tubacex anunciase el despido de 500 trabajadores. Para entonces ya se conocían los 90 de Sener, 239 de Gamesa, los 600 de ITP, ¿y…? Me quedo en interrogación y puntos suspensivos porque el desastre no acabará aquí. En el mensaje de Tapia se percibe que el Gobierno de Lakua siempre ha sabido que esta crisis, que empezó siendo sanitaria, derivará en un descalabro económico, mayor que la anterior, a pesar, incluso, del Fondo de Recuperación europeo que, según Varoufakis, ex ministro de Finanzas griego, socialdemócrata y partidario de un New Deal para Europa,«se está moviendo en la dirección equivocada y se repartirá en condiciones que siempre favorecen a las grandes empresas». Oír a Tapia la palabra realismo, dicha con la impronta de una soberbia política, imposible de disimular después del 12J, me recordó aquel cine, en blanco y negro del neorrealismo italiano, tan socialmente triste.