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GUTUNAK

Palmeras rapadas


Bilbao, 6 de agosto de 2020. Viento sur, 36 grados a la sombra. Y, sin embargo, algo nos produce hoy más bochorno que la climatología. El alcalde de la villa se pasea ufano, presumiendo del nuevo aspecto de la calle Iparraguirre, pensada para facilitar la perspectiva de nuestro mundialmente famoso museo Guggenheim a los turistas (¿qué turistas?). El aspecto es todavía de trinchera, tras soportar (los vecinos, no el alcalde) interminables días de polvo y ruido en pleno confinamiento, pero no importa, somos capaces de imaginar el idílico paisaje final, con terrazas clónicas de soviético concepto y farolas de diseño. En paralelo, sin focos, operarios municipales se esmeran a puerta cerrada a cal y canto en rapar las palmeras centenarias de la Escuela Universitaria de Magisterio de Barraincúa, preludio de su traslado (¿y quizás muerte?) previo a la demolición del edificio histórico. En este caso, no hay en el horizonte amplias avenidas ni espacios abiertos, sino una mole opaca destinada a albergar las dependencias del Obispado y la clínica privada de Mutualia. La obliteración del último rincón despejado de Abando.

Una vez más en plenas vacaciones de verano y tras cita electoral, en la que su partido, pese a perder más de 50.000 votos, ha proclamado a los cuatro vientos su victoria y su papel de regidor máximo (casi único) de nuestros destinos. Es lo mismo, no habrá contestación, y el plan de los macroproyectos en gris en plena crisis del siglo progresará inexorable hasta su culminación. No serán los vecinos los beneficiados, pero eso también da igual, la democracia distópica se abre paso a rebufo del virus, y mientras los ciudadanos se obcecan en no morirse el negocio se consuma.