21 AOûT 2020 QUINCENA MUSICAL El sprint final de la Euskadiko Orkestra en la Quincena M.C. No hay que olvidar que la Euskadiko Orkestra fue la primera orquesta del Estado en retomar su actividad tras el confinamiento. Lo hizo a mediados de mayo, para grabar un ciclo de ocho conciertos sinfónicos que fueron retransmitidos por ETB2, y gracias a esa temprana vuelta al escenario se puede decir que la orquesta llegó a la Quincena Musical en plena forma. Lo demostró en el primer concierto que ofrecieron en el festival el día 8, con una versión para el recuerdo de la “Sinfonía nº3, Heroica” de Beethoven junto a Semyon Bychkov, y también en el recital del tenor Xabier Anduaga, en el que la orquesta se tuvo que mover en el terreno muy distinto, pero no por ello menos exigente, de la escritura de Rossini y Donizetti. En el concierto del miércoles, sin embargo, y teniendo en cuenta que era el tercero en apenas doce días, el sonido de la orquesta se percibió menos terso y perfilado, especialmente en una “Sinfonía nº 44” de Haydn en la que se produjeron pequeños despistes, aunque hacia el final, en el poderoso presto con que conluye la obra, volvió a asomar el nervio de las anteriores actuaciones. Uno de los mayores atractivos de la velada era escuchar a Asier Polo en uno de los conciertos para violonchelo más populares del periodo clásico, el de Haydn en do mayor. Polo siempre entrega un producto perfectamente acabado en todos sus detalles, y elevó esta partitura aparentemente sencilla a unas altas cotas de musicalidad, por ejemplo, en el “Adagio”, en el que el solista debe lograr encandilar y encadenar la atención del público a una línea melódica que parece no tener fin, o en el último movimiento, “Allegro Molto”, que aunque no es tan difícil como parece, Polo supo transmitir con una gran sensación de virtuosisimo y espectáculo. La velada finalizó con la “Sinfonía nº 7” de Beethoven, la que Wagner llamó “apoteosis de la danza” por su retórica focalizada en el ritmo. En su versión, Mena apostó por presentar la sinfonía bajo ese ángulo danzable y festivo, sin miedo a aumentar los decibelios para lograr ese efecto apabullante, aunque en algunos momentos del “Presto” y el “Allegro con brio” esto terminó por afectar al equilibrio orquestal.