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JOPUNTUA

Desenmascarar la realidad


Hay preocupación con el auge de la anticiencia y es normal. Asusta ver tanta gente opuesta a cualquier principio de realidad, proclamando que no estuvimos en la luna o que las mascarillas quitan el oxígeno, pero no valen para protegernos de un virus que se transmite por el aire. El fenómeno no es nuevo. La Humanidad se ha movido siempre entre tensiones contrapuestas: un ávido deseo de conocimiento y un feroz oscurantismo, que ha encontrado en las redes sociales un sistema circulatorio ideal para la extensión de mentiras descabelladas que oradan nuestra relación con la realidad y minan nuestras posibilidades de transformarla.

Arreglar el desastre no será fácil. Hemos pasado demasiado tiempo ignorando el peligro y nuestro sistema de defensas es casi nulo, pero podemos empezar por no creernos lo que llega por WhatsApp, no publicar nada fuera de nuestro campo de conocimiento y no discutir con quien habla sin saber. Al hacerlo alimentamos los complejos mecanismos psicológicos que refuerzan estas conductas y nos arriesgamos a entrar al barro por superioridad intelectual para acabar dudando de nuestras certezas más profundas. Creo, además, que los partidos políticos deberían centrarse en responder al problema de la anticiencia, no a los trolls; y que los gobiernos no están para culpar a la gente de algo que han favorecido con su falta de credibilidad, sino para garantizar nuestro derecho a la salud y a la vida.

Respecto a los periodistas, nunca hemos sido tan necesarios como ahora. Hacen falta especialistas que midan la fiabilidad de una información, hablen con rigor y garanticen la validez de sus fuentes. Sobran datos, informaciones, ruido, pero hay una sed inmensa de verdad y el periodismo se juega su credibilidad y su referencialidad en esta hora crucial en la que un enemigo poderoso nos acecha en las tinieblas y los periodistas debemos ser los primeros en recordar que, cuando hacen falta respuestas, la ciencia sigue siendo la luz que nos guía entre las preguntas.