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DE REOJO

En la guerra


Ocupados como estamos con todos estos aspavientos, temores, agresiones a la razón que está provocando la despiadada pandemia y la malísima gestión de los dirigentes sanitarios y políticos, me ha venido una imagen escalofriante, ¿qué pasa con la covid-19 en esos lugares donde están en guerra? ¿Qué hacen las personas en la guerra cuando no son militares, ni milicianos, ni venden ni compran armas? ¿A qué atienden más, a los efectos de las bombas lanzadas sobre civiles o a las estadísticas que manipulan los irresponsables de sanidad?

Escuchar ese tópico de que el único enemigo es el virus me provoca una sensación de exclusión. O que estamos en guerra contra la pandemia. No en la guerra, la de verdad, se está para sobrevivir o para matar o para huir. La guerra que organiza cada día el señor Trump con su imbecilidad ambulante respecto al virus no tiene ni la mitad de efectos secundarios que todos los apoyos logísticos, económicos y militares que destina para mantener focos de guerra en diferentes puntos de todos los continentes. Volvemos a la concepción de que esta no declarada tercera guerra mundial es fragmentaria y que aquellos lugares en donde existe un punto de enfrentamiento entre dos partes difusas, sus habitantes están afectados de manera absoluta y demoledora.

Cuando de nuevo existen enfrentamientos armados en Nagorno Karabaj, la memoria se convierte en gelatina y vuelve a sentir esa llamada de la conciencia sólida que informa sobre los conflictos cerrados en falso y su vuelta de manera trágica con el tiempo. Se enfrentan azeríes contra karabajíes, se torna de nuevo un sujeto titular Armenia, por lo que debemos estar atentos hacia una parte del mundo que vuelve a ponerse en ebullición obviando la pandemia actual porque todavía no resolvieron la anterior.