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JOPUNTUA

Desenfanguémonos, hermanas


Me lo decía hace poco mi primer maricón, Juan Arteaga. Que alucina con las broncas feministas en las redes en las que ve, casi deformadas, a sagaces amigas comunes. Entiende el asunto, pero no la virulencia. Yo estoy apartada de esos ciscos, pero ni apartarse ni enfangarse hace que se calmen estas aguas tan debilitantes para nuestra causa común contra el patriarcado. Nos viene de lejos, el linchamiento dentro del feminismo. Nacida en Atlanta en 1945, Jo Freeman formuló en 1972 el ya clásico «La tiranía de la falta de estructuras». Duele que siga siendo de rabiosa actualidad.

«Los hombres critican al miembro débil del grupo, las mujeres tienden a criticar a la miembro fuerte del grupo. Es una de las muchas maneras como se nos ha enseñado a perpetuar los roles de género», le dijo certeramente la gran Gloria Steinem a la feminista punk Kathleen Hanna en 1999. Cuando te significas como feminista, te llueven hostias de ambos lados, del patriarcal y del feminista. Y es terrible. A mí me lincharon las mías por Facebook y por Twitter, y no tengo ni Facebook ni twitter. Por una columna que publiqué aquí, en 2015. Y dolió, dolió mucho. Y sigo vetada en algunos espacios feministas en Euskal Herria: lo sé y lo percibo. En esto, también nos recogemos unas a otras. Estoy conectada off the record con otras linchadas, y ni pensamos en abandonar la causa. Cuando me asomo a las broncas magnificadas entre algunas, amplío el foco. Y la multitud feminista desenfanga hoy más que nunca la bronca entre cuarenta empecinadas de nosotras.

Isabel Allende se suma a una revuelta de viejas que no tienen nada que perder. Y nos embruja, como tantas veces hizo, con sus palabras. «El patriarcado es pétreo. El feminismo, como el océano, es fluido, poderoso, profundo y tiene la complejidad infinita de la vida, se mueve en olas, corrientes, mareas y a veces en tormentas furiosas. Como el océano, el feminismo no se calla». Las lágrimas de esa ministra de igualdad que ni nos atrevimos a soñar llamada Irene Montero, en medio de un vendaval feminista, llegarán al océano.