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Paro general palestino entre bombas y disparos

Un paro general en toda la Palestina histórica –«del mar al río»– paralizó comercios, centros educativos e instituciones públicas y privadas palestinas para rechazar los ataques que Israel continúo lanzando contra Gaza –donde, advirtió, «nadie ni nada es inmune»–, así como el desplazamiento de población en Jerusalén o la persecución en ciudades israelíes. El Ejército israelí mató al menos a dos personas y provocó decenas de heridos en Cisjordania.


La mayoría de comercios, negocios, instituciones y escuelas de Cisjordania, Jerusalén Este y las ciudades con población palestina de Israel cerraron ayer sus puertas en el paro general convocado en apoyo a Gaza y contra las políticas israelíes de expulsión de población palestina.

La convocatoria registró un seguimiento mayoritario con la Ciudad Vieja de Jerusalén, casi vacía, al igual que las calles de Haifa, Acre, Uhm al-Fahem y otras localidades, antes de que comenzaran las protestas, que fueron duramente reprimidas. Al menos un palestino murió y más de 50 resultaron heridos

En Jerusalén Este, Ramallah o Belén las fuerzas israelíes utilizaron cañones de agua y drones para lanzar granadas aturdidoras y gases lacrimógenos, pero también emplearon fuego real, causando al menos 70 heridos, cinco de ellos de gravedad.

Cientos de jóvenes replicaron con piedras y cócteles molotov a los soldados en las marchas que se dirigieron hacia los checkpoints donde se ubican las fuerzas ocupantes.

El fallecido, Mohamed Hamid, un joven de 25 años, recibió un balazo en el pecho en la zona de Al-Bire, cerca de Ramallah.

Además, el Ejército mató a otro palestino al que atribuye haber intentado atacar a soldados cerca de Hebrón.

Organizaciones sindicales de abogados, docentes, el Comité Superior de Transporte Público, el movimiento de prisioneros y otras organizaciones de Cisjordania promovieron esta convocatoria, así como el Alto Comité de Seguimiento Árabe de Israel, que aglutina a los ciudadanos israelíes de origen palestino, lo que la extendió a toda la Palestina histórica, «del mar al río».

«No queremos otra Nakba» o «Dejad de quemar a nuestros niños», reclamaron los manifestantes en Jaffa, una de estas ciudades de población mixta.

Pero Israel está lejos de acabar con la ofensiva en Gaza. Ayer los palestinos muertos eran ya al menos 214, incluidos 61 menores de edad. Los ataques aéreos continuaron desde primera hora del día tras una noche en la que tampoco pararon, y ello a pesar de varias horas en las que las milicias dejaron de lanzar cohetes desde la Franja. Los bombardeos alcanzaron edificios universitarios, viviendas y edificios gubernamentales.

El ministro israelí de Defensa, Benny Gantz, subrayó que «ninguna persona, área o barrio de Gaza es inmune». «Tenemos miles de objetivos para atacar y solo se están acumulando», añadió. Israel sigue justificando la matanza por la destrucción de objetivos de Hamas, como su embajadora en el Estado español, Rodica Radian-Gordon, que defendió como «legítimo» el derribo de la torre Al-Jalaa, en la que se encontraban las oficinas de varios medios de comunicación. «Para ser eficaz desde el punto de vista militar, hay que tirar el edificio», afirmó.

Pero la directora ejecutiva de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (Unrwa), Raquel Martí, denunció que «realmente lo que estamos viendo es que no hay respeto al derecho humanitario. (...) Cada día los grupos de rescate sacan víctimas mortales de debajo de los escombros de edificios residenciales y de unidades familiares».

A la crisis humanitaria, con casi 40.000 desplazados y 2.500 personas que han perdido sus hogares, junto a la escasez de alimentos y al riesgo para la salud, se añade que las bombas han destruido el único laboratorio de covid-19 en la Franja, entre otros centros sanitarios