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RELEVO EN PODEMOS

Belarra ya ejerce para suceder a Iglesias y renovar Podemos

La diputada por Nafarroa y ministra de Derechos Sociales es desde el domingo la encargada de volver a conectar con el territorio y las bases e impulsar el partido en varias autonomías en donde está en crisis. La bicefalia con la extrapartidaria Yolanda Díaz será un reto.


La Asamblea Ciudadana IV de Podemos, mencionada en los medios como Vistalegre IV por la impronta identitaria que dejó aquel palacio de eventos del sur madrileño en los inicios morados, tuvo este fin de semana un desarrollo tranquilo y sin sobresaltos. La elegida por Pablo Iglesias y su ejecutiva para sucederlo logró el 88% de los votos y es ya formalmente la nueva secretaria general de la formación minoritaria del gobierno de coalición.

Liderando la candidatura Crecer, Belarra, nacida hace 33 años en Iruñea de familia natural de Altsasu, obtuvo 45.753 votos de los casi 54.000 inscritos que participaron (porcentaje levemente inferior a la Asamblea de 2020 que reeligió a Iglesias en medio de la pandemia). Los contrincantes, el rebelde y siempre crítico dirigente manchego Fernando Barredo, y el concejal de El Escorial, el uruguayo Esteban Tettamanti, no superaron los seis mil votos sumados.

Comienza así una nueva etapa para Podemos, sin pocos retos. El partido forma parte del Consejo de Ministros pero debe luchar entre no ser absorbido por el centrismo del PSOE sin que sus críticas y exigencias parezcan deslealtad (y, sobre todo, inestabilidad). Tal vez como parte de esto, Iglesias y su entorno idearon una nueva forma de gestionar la confluencia de la que son el vehículo más fuerte pero también con los minoritarios Catalunya En Comú Podem e Izquierda Unida.

«Iglesias quiso un liderazgo bicéfalo al estilo PNV. Parece que se permite así que haya más espacio para hacer reclamaciones sin dejar de ser leal al Gobierno», comenta a GARA una fuente que trabaja en una secretaría de Estado. «No hay otras familias dentro del partido, como ocurría con los ‘antikapis’ o los errejonistas, y eso nos puede haber hecho perder músculo», ejemplifica.

Si bien Podemos es el único partido estatal cuya secretaria general no es la precandidata anunciada para las generales, tampoco es similar al PNV ni tendrá tanta libertad de movimiento. No hay ningún Euzkadi Buru Batzar en la formación morada y su nueva jefa es parte del Consejo de Ministros. Y quien se apresta a competir en las generales tampoco es militante del partido, sino una extrapartidaria (aunque en 2020 dejó de estar inscrita en IU), que encima es vicepresidenta. Eso sí, su vínculo con Iglesias es casi ancestral: el politólogo vallecano fue su jefe de campaña en las elecciones gallegas de 2012.

Por ahora todas las fuentes consultadas elogian la sincronía entre Díaz y Belarra, una alianza maniatada por Iglesias antes de renunciar a todo. Pero el reto de reconectar con los territorios lo comentan todos. Un secretario general de un Podemos autonómico responde a GARA fuera de micrófono que uno de los desafíos de Belarra «será también cohesionar equipos». «Antes, todo el mando era de Pablo. Y ya no habrá uno que dirija todo, ahora hay que empezar a hablar con la gente y con el territorio», expresa. Dice preocuparle cómo avanzar «en el municipalismo, donde nació la esencia de Podemos», pero se muestra optimista porque no hay disidencia fuerte con el rumbo que se está tomando. Es verdad que, más allá de la diputada Gloria Elizo y algún otro dirigente regional, no hay una disidencia con respecto a la dirección.

Vínculo con Irene Montero. Belarra entró a Podemos de la mano de Irene Montero (amigas de universidad) y hay una relación políticamente simbiótica entre ellas. Por cuestiones obvias del vínculo que hubo entre Montero e Iglesias, la ministra de Igualdad no pudo ser la candidata a sucederlo, por más que era la elegida por el «pablismo». Ione es lo más Irene que hay después de Irene. La navarra fue portavoz principal del grupo parlamentario durante la licencia por maternidad de su amiga y fue elegida por Iglesias como secretaria de Estado de su Vicepresidencia.

Desde marzo es ministra, pero seguramente su posición más difícil haya sido la de negociadora del Gobierno de coalición, lo que la llevó a tener duros cruces con la experimentada socialista Carmen Calvo. Considerada una «curranta» en las filas moradas, su discurso político es de continuismo ideológico pero con cambio en la praxis.

Ha debutado con declaraciones fuertes: ha pedido que Carles Puigdemont y los soberanistas catalanes en el exterior puedan volver sin problemas judiciales. Su apuesta a las buenas relaciones con el soberanismo, que no es más que aupar la mayoría de investidura, ha tenido una escenificación inédita: en la Asamblea de este domingo, han estado presentes la portavoz de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, los portavoces en el Senado de ERC y PNV y representantes de Nueva Canarias, Més per Mallorca y Compromís (por video, Mónica Oltra).

De hecho, en Twitter, al «zorionak» de Aizpurua (quien destacó las «interesantes reflexiones» escuchadas en Alcorcón, sede de la Asamblea morada), Belarra respondió también tuiteando: «Eskerrik asko Mertxe por acompañarnos en este importante día para Podemos y sus aliadas. Estatu gidaritza berri bat sortzen jarraitu dezagun, feminista eta plurinazionala».

Los lazos con el soberanismo parlamentario no podrán hacer olvidar a Belarra su máximo reto: reimpulsar el partido en Galicia (donde desapareció del parlamento autonómico), reordenarlo allí donde los liderazgos locales no están alineados, como en Asturias, La Rioja y Cantabria; y sobre todo, apuntalar en Andalucía la nueva era sin Teresa Rodríguez, con autonómicas en un año. Mucho trabajo por venir para sostener al partido bisagra de la última década española.