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CATÁSTROFE NATURAL EN ALEMANIA

Tras el desastre, llega la hora de fijar las responsabilidades

Todavía es temprano para sacar conclusiones de la catástrofe natural que ha dejado al menos 165 muertos y cuantiosos daños materiales en Alemania. ¿Son víctimas de un diluvio imprevisible o de un insuficiente sistema de protección civil? Es la pregunta clave que se plantea ahora. El desastre empieza a hacer mella en la campaña electoral.


Alemania vive un súper año electoral, en el que el desastre natural de la pasada semana se presenta como el jugador capaz de dar la vuelta al partido.

Hasta entonces, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) se había mostrado muy cauta respecto al cambio climático, hablando de ello, eso sí, pero poco más. Y los Verdes no habían podido lucirse con su tema estrella, primero por la pandemia y luego porque su candidata a canciller, Annalena Baerbock, perdió buena parte de su credibilidad por una serie de errores propios y de su equipo de relaciones públicas. Este no parece estar preparado para afrontar una campaña electoral al estilo estadounidense: ir primero a por los errores en el currículum; luego, a por ingresos no declarados, y después, a por asuntos más graves, como el plagio.

La CDU, además, consiguió que nadie hablara más de los escándalos de notas regaladas y del nepotismo de su candidato a canciller y presidente de partido, Armin Laschet. También parecía olvidada su mala gestión de la pandemia en Renania del Norte Westfalia, de donde Laschet es ministro presidente.

Cuando hace una semana empezó a llover como nunca antes, Laschet estaba haciendo campaña electoral en el sur de Alemania y tardó en regresar a Düsseldorf. Ni él ni su ministro de Interior, Herbert Reul (CDU), consideraron necesario instalar un Estado Mayor para gestionar una crisis que afecta a distintas regiones del land. Laschet perdió definitivamente sus ventajas frente a Baerbock cuando las cámaras le captaban, al fondo, riéndose junto a sus colaboradores cuando el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier (SPD) se dirigía, en primer plano, a las víctimas del desastre.

El fin de semana, los medios de comunicación empezaron a preguntar por las responsabilidades políticas. El punto de arranque son los avisos que tanto el Sistema Europeo de Aviso de Inundaciones (EFAS) como el Servicio Alemán de Meteorología emitieron cuatro días antes de la catástrofe. Ambos informes detallaron cuándo, dónde y en qué cantidad iban a caer las lluvias torrenciales. No era de su competencia de evaluar qué consecuencias traería la lluvia si más de 130 l/m2 iban a caer en 24 horas sobre ciudades como Ahrweiler, Erftstadt, Hagen o Altena entre otras. Con antelación, pero sólo a nivel local, se ponía en alerta a las unidades y voluntarios de Bomberos y Protección Civil (THW). No obstante, lo que se obvió era que el desastre no afectaría a una sola región sino a varias a la vez. Para gestionar una catástrofe de dicha magnitud habría hecho falta una coordinación a nivel del Gobierno regional.

Por eso, Hannah Cloke, de EFAS, considera la catástrofe resultado de «un fallo monumental en el sistema» alemán. Pero el máximo responsable de Protección Civil, Armin Schuster, afirma que «la infraestructura de avisos han funcionado a nivel federal». En otoño fracasó el respectivo test nacional de esta institución adscrita al Ministerio Federal de Interior. La gestión de catástrofes es competencia regional aunque ante esta dimensión se ha precisado la ayuda material de las Fuerzas Armadas. Ahora se discute si hay que federalizar las respectivas estructuras e introducir un sistema de aviso por SMS, tal y como existe en EEUU.

Pero el problema principal no es cómo avisar a la población sino decirle lo que ha de hacer. Por ejemplo, el primer sábado de cada trimestre, el Ayuntamiento de Colonia prueba sus sirenas. Es un test meramente técnico porque la mayoría social no sabe lo que significan los sonidos ni lo que tiene que hacer en caso de emergencia: ante un ataque aéreo hay que reaccionar de distinta forma que en caso de un incendio masivo o una inundación. Según las directrices, con el son de la sirena hay que poner la radio, pero hasta ahora ni siquiera la radio pública regional interrumpe su emisión regular para informar del test. El sistema de avisos sólo tiene sentido si se enseña a la gente cómo reaccionar según la emergencia que se presenta.

Para ello, habría que reconocer, primero, que estos desastres naturales podrían darse más frecuentemente en países acostumbrado a verlos por televisión. Entonces, cada municipio tendría que estudiar de qué forma y en qué medida el cambio climático le va a afectar para adaptar, a medio plazo, su planificación urbana. Y para evitar consecuencias aún más graves para la naturaleza y la vida humana hay que tomar ahora medidas a largo plazo.

La ciencia ofrece soluciones, pero tiene en su contra a una casta política que no la respeta porque se interesa más por los métodos para lograr votos a corto plazo en un súper año electoral.