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EDITORIALA

El clima requiere poder para embridar la economía


El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU hizo público ayer su sexto informe. La principal conclusión es que si se mantiene el actual ritmo de emisiones de gases de efecto invernadero, la temperatura global aumentará 2,7 grados a finales de siglo, muy lejos del límite del 1,5 grados recogidos en el Acuerdo de París. Consideran los científicos que la actividad humana es la principal causa del calentamiento global. El secretario general del la ONU, António Guterres, calificó el informe de «código rojo para la humanidad».

El documento vuelve a subrayar que el mundo se enfrenta a una emergencia climática que ya muy pocos discuten. Tampoco se cuestiona que la principal causa es la actividad humana. La evidencia se impone y los expertos lo único que hacen es corroborar lo que todo el mundo ve. Sin embargo, a la hora de afrontar la situación, la exigencia se dirige, por un lado, hacia los gobiernos y, por otro, a la ciudadanía. Esta última carece de poder pero aporta dentro de sus posibilidades, como ha demostrado en multitud de ocasiones, por ejemplo reciclando. La respuesta de los gobiernos es, en general, ignorar la emergencia y continuar con lo de siempre: más movilidad con alta velocidad y ampliaciones de aeropuertos; más especialización del territorio con nuevos centros comerciales en la periferia y barrios residenciales; y el PIB como criterio absoluto del desempeño. La disociación entre economía y medio ambiente continúa siendo radical. Nadie quiere relacionar las bases de ese «bienestar», que no es sino consumo desenfrenado, con el «malestar» que provoca en un entorno cada vez más degradado.

Sorprendentemente, apenas hay apelaciones a las empresas, que son las que realmente acumulan poder en la actual sociedad industrial. Pero como el medio ambiente no reparte bonus, carecen de alicientes. El mundo necesita poder para embridar a estos caballos desbocados.