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El papiro, desde los faraones a nuestros días

En los exuberantes campos del fértil Valle del Delta, agricultores y artesanos luchan por mantener viva la fabricación del papiro, una tradición que se remonta a la época de los faraones. En los años 70, un profesor de Arte en el pueblo de Al-Qaramus enseñó a los agricultores las técnicas milenarias para transformar la planta en el codiciado papel para dibujos ornamentales y textos. Ese pueblo es ahora el principal productor de papiros del país. Utilizado por los egipcios como papel de escribir, los artistas decoran ahora el papiro con jeroglíficos, caligrafía árabe o dibujos para los visitantes. Pero el desplome del turismo tras la revolución de 2011, primero, y la pandemia, después, ha asestado un duro golpe a este sector. La planta del papiro, que parece un plumero, crece en agua y puede llegar a medir cuatro metros de altura. Para hacer el papel, los trabajadores utilizan alambre para cortar los tallos en finas tiras, que se sumergen en agua y se colocan una encima de otra para crear láminas que se compactan en un compresor. El papel resultante se deja secar al sol antes de escribir o dibujar en él.