07 DéC. 2021 GAURKOA «Apaiz kartzela», memoria de una lucha liberadora Amparo Fernandez, Pedro María Martinez de Lagos eta Felix Placer Kristau Elkarte Herritarrak, Herria 2000 Eliza eta Euskal Herriko Apaiz Koordinakundea Se estrena estos días en Euskal Herria el film “Apaiz kartzela”, presentado en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia, el pasado mes de abril. Evoca las luchas que, a lo largo de los años del tardofranquismo, tuvieron como protagonistas a un grupo de sacerdotes de Bizkaia («gogortasuna») y otros, que tomaron la decisión de llevar hasta las últimas consecuencias el compromiso por la defensa de los derechos de Euskal Herria y por una euskal Eliza y fueron encarcelados en la llamada «cárcel concordatoria» de Zamora (1968-1976). “Apaiz kartzela” no es solo el relato de la tensión entre aquellos sacerdotes, la jerarquía eclesiástica y el régimen dictatorial. Expresa la contundente ruptura con una situación insostenible de sometimiento político y eclesiástico. Fueron la puesta en práctica de una Iglesia vasca, fiel al anuncio del evangelio que, según el grupo «Gogor», encerrado en el seminario de Derio, debía ser «pobre, libre, dinámica, indígena», es decir, no resignada ante la injusticia, sino comprometida con su Pueblo. La cárcel de Zamora constituyó, dentro de la gravedad de la situación vasca, la expresión más dramática, agudizada y contundente de un sector de la Iglesia opuesto frontalmente a la connivencia Iglesia-Estado en el «nacionalcatolicismo» y a su silencio ante la represión nacional y social de Eukal Herria. Solo en momentos puntuales, durante los largos y penosos años anteriores, habían aparecido algunos escritos cuyos firmantes fueron represaliados y castigados. Cualquier intento de reclamar justicia ante el sistema de la dictadura franquista era perseguido con saña en todas su formas y con los medios más brutales, como la tortura. En este clima irrespirable, asfixiante, ante una jerarquía plegada, claudicante, nombrada por acuerdo concordatario, afín al régimen establecido, que bendijo como «cruzada» la injusticia de una victoria –con la oposición de Mateo Mugica y Vidal y Barraquer–, algo tenía que pasar. El Concilio Vaticano II acababa de celebrarse (1962-65). Una nueva conciencia social y política estaba gestándose en diversos grupos de la Iglesia. Las diócesis vascas iniciaban una compleja andadura de aplicación de aquel Concilio. Comenzaron a emerger grupos con luchas y acciones de todo tipo. Grupos de JOC, HOAC, y otros, en especial de «Herri Gaztedi» tuvieron particular importancia para la evolución de la conciencia cristiana ante la represión. En este contexto el grupo «Gogor» y los acontecimientos de la cárcel de Zamora, que narra “Apaiz kartzela”, adquirieron una relevancia especialmente significativa tanto eclesial, como política y social. Socababan, en efecto, los cimientos que sostenían la arquitectura de la Iglesia de cristiandad y aquel túnel trataba de abrir aire de libertad para el Pueblo, para sus sufrimientos, situaciones, luchas, desde el evangelio. Reclamaban otro modelo de Iglesia defensora de los derechos de Euskal Herria. Se mantuvo, durante varios años aquella cárcel infame y humillante y no se atendieron sus peticiones para ser tratados, al menos, como los demás presos. Las acciones extremas de fuga, la huelga de hambre y la quema de aquel recinto, que el film recuerda y narra en boca de sus protagonistas, eran el grito y recurso extremos para denunciar una situación insostenible de injusticia. Para determinados sectores eclesiásticos la experiencia y acciones del grupo «Gogor», desde Derio a Zamora, fueron una imprudencia pastoral por su línea y opciones firmes y enérgicas. Pero ¿dónde hubo mayor fidelidad al anuncio evangélico cuando precisamente el sínodo de obispos de 1971 afirmaba que «la acción por la justicia era dimensión esencial del anuncio del evangelio y de la misión de la Iglesia en la liberación de la humanidad de toda situación de opresión»? El grupo Gogor elaboró una auténtica teología narrativa vasca subversiva desde su análisis honesto de la realidad y sufrimiento del Pueblo, expresada en reflexiones y escritos, en plegarias cantadas con espíritu profético en el encierro del seminario de Derio. Propuso una eclesiología encarnada que nacía de una cristología liberadora que luego nuestros grupos han tratado de continuar porque muchas de las razones de aquellos hechos que este film narra perduran hoy en nuevas «Zamoras». Apaiz kartzela” muestra una lucha dolorosa y dura que testimonia la profunda reflexión y compromiso de quienes entendieron que su manera de ser sacerdotes y creyentes era sirviendo liberadoramente a su Pueblo. Nacía del dolor de Euskal Herria y de la fe en el evangelio liberador. Estaba sostenida por un confianza inquebrantable, motivada por un amor apasionado a su Pueblo, a su Ama Lur, a su lengua, a su cultura, a su libertad. Sintiéndose pertenecientes a la Iglesia, Pueblo de Dios, denunciaron a unos dirigentes que en su mayoría, en lugar de defenderla en sus miembros más humillados, colaboraban en el sometimiento de las conciencias desde su poder eclesiástico. Zamora fue, en una Iglesia cómplice, silenciada y silenciosa, un irrintzi de libertad para un pueblo maniatado y sufriente. Aquella cárcel se cerró. Pero no su denuncia y sus reivindicaciones de verdad, de justicia y libertad. Porque siguen sin realizarse los derechos por una Euskal Herria libre, soberana, dueña de su destino. Porque también la Iglesia dirigente de hoy trata de componer un organigrama eclesiástico, que evite cualquier «desviación tendenciosa» y posicionarse en la defensa y afirmación de los derechos de este Pueblo, como lo hicieron algunos obispos vascos anteriores. Por todo ello agradecemos a estos testigos de nuestra historia reciente el relato de su lucha en “Apaiz kartzela”. Nos sentimos comprometidos con ellos y con todas las víctimas, desde euskal Eliza, por la memoria, la libertad y la paz desde la justicia. Zamora fue, en una Iglesia c������mplice, silenciada y silenciosa, un irrintzi de libertad para un pueblo maniatado y sufriente