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ADAPTACIÓN DE LAS CIUDADES AL CAMBIO CLIMÁTICO
Entrevue
MARTA OLAZABAL
INVESTIGADORA DEL BC3

«Falta motivación para priorizar la adaptación al cambio climático»

Ingeniera ambiental por la UPV, en 2015 se doctoró en Economía Territorial (Universidad de Cambridge) y ahora dirige el Grupo de Investigación para la Adaptación del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3). Acaba de ganar una “Starting Grant” del ERC.


A la investigadora del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3) Marta Olazabal (Bilbo, 1981) le ha sido concedida una de las becas “Starting Grant” del Consejo Europeo de Investigación (ERC) para desarrollar su proyecto “IMAGINE Climate Change Adaptation in Urban Areas”. Durante los próximos cinco años y con una financiación de 1,5 millones de euros, Olazabal se propone adentrarse en una ciencia poco transitada: la adaptación de las ciudades al cambio climático.

Teniendo en cuenta que la inversión en I+D en la CAV se sitúa por debajo de la media europea, ¿qué significa para usted disponer de 1,5 millones de euros para desarrollar su proyecto?

Por fin estabilidad. Tener la posibilidad de estar cinco años seguidos sin tener que preocuparte de cómo te vas a financiar al año siguiente es un sueño hecho realidad para cualquier científico. Nuestro hándicap es que somos autónomos por cuenta ajena, porque estamos contratados por centros de investigación o la universidad, pero estamos año tras año buscando financiación. Nos enfrentamos con intentar producir ciencia y buscar financiación, además de un montón de actividades de divulgación, de comunicación o enseñanza.

¿Cuál es el principal objetivo de “IMAGINE Climate Change Adaptation in Urban Areas”?

El principal objetivo del proyecto es saber cómo entendemos la adaptación al cambio climático para poder llegar a unas evaluaciones más correctas. Actualmente existe el IPCC, el panel de expertos intergubernamental del cambio climático de las Naciones Unidas, que tiene una definición de la adaptación. Pero esta definición no es suficiente para poder desarrollar indicadores adecuados para ver cuáles son los impactos de las medidas para la adaptación que se están llevando a cabo por gobiernos o comunidades. La idea de este proyecto es, por una parte, cambiar el paradigma de cómo entendemos la adaptación al cambio climático y, por otra, poner el foco en las ciudades para ver cuáles son las formas en las que la adaptación se está llevando a cabo y ver si realmente esas formas van a tener éxito en preparar a la población y a las infraestructuras para el cambio climático o van a provocar otros efectos negativos que no se hayan previsto inicialmente.

Este campo tiene un recorrido relativamente corto.

Sí, es un tema que casi se ha tratado primero en política internacional. En el Acuerdo de París ya se decía que se tenía que empezar a pensar en cómo pretendíamos evaluar la adaptación. Una de las razones más importantes, a parte de que necesitamos saber si estamos preparados o no para los cambios del clima, es saber cómo distribuir la financiación de la adaptación. Si no sabemos qué tipo de intervenciones se están haciendo bien, difícilmente podremos distribuir el dinero de forma justa. En la COP21 se dijo que esto era importante. Desde entonces, el esfuerzo y la dedicación científica se han incrementado, pero no mucho. Todavía no se sabe cómo hacerlo.

En febrero de 2021, la revista “Landscape and Urban Planning” publicó un estudio que realizó junto a Maria Ruiz de Gopegi donde alertaban de que es poco probable que la planificación de la adaptación al cambio climático de las grandes urbes sea eficaz. ¿Tiene que ver esto con la falta de voluntad?

Nosotras hicimos un estudio de 59 planes de adaptación a nivel mundial e intentamos evaluar los contenidos de esos planes. Vimos que había un montón de problemas significativos en las políticas. Muchísimas políticas que fueron adoptadas no tenían ninguna financiación asociada, había algunas incluso que no tenían calculado el presupuesto de las intervenciones en adaptación. Otro de los aspectos más importantes era la falta de conocimiento científico detrás de la toma de decisiones respecto a qué medidas de adaptación había que desarrollar. Por ejemplo, se hacen evaluaciones de riesgo para saber en qué zonas va a subir más el nivel del mar, además de qué grupos vulnerables van a ser los más afectados. Vimos que, en ocasiones, en lugares donde esas evaluaciones se habían hecho, la decisión sobre las medidas de adaptación no estaba ligada de manera creíble.

Sí que vimos que había procesos de participación que no estaban mal, pero constatamos que los grupos que participaban eran siempre los mismos. Faltaban representantes de grupos vulnerables, faltaba la voz de los grupos marginados.

La razón de esta posible inefectividad en el futuro es que falta motivación para priorizar la adaptación al cambio climático. Hay una falta de liderazgo y de motivación.

¿Hay diferencias entre las ciudades del Norte y Sur Global respecto a la implementación de estos planes?

Nosotras ya habíamos identificado en un trabajo anterior cuáles eran las lagunas de los procesos de adaptación. La representatividad de ciudades del Sur Global en la base de datos de 59 ciudades es muy baja, porque no tienen planes de adaptación. En ese trabajo estudiamos 136 ciudades costeras de más de un millón de habitantes y vimos que la adaptación se concentra en los países más ricos. Una de las razones es la falta de recursos. A pesar de ello, a nivel de país, la adaptación sí que es prioritaria en los países del Sur Global. En estos países no dedican tantos esfuerzos a la mitigación como a la adaptación, como es obvio, porque no emiten tanto CO2, lo que más les importa es prepararse para el cambio climático. Pero el liderazgo de las ciudades del Sur Global es bastante escaso.

Las ciudades del Pacto de las Alcaldías para el Clima y la Energía se comprometieron en 2015 a reducir los gases de efecto invernadero en un 40% para 2030. Seis años más tarde, la COP26 acordó reducir el metano en un 30%. ¿Cómo interpreta este tipo de rebajas en la ambición de la lucha contra el cambio climático?

Creo que se marcaron inicialmente objetivos demasiado ambiciosos. No demasiado ambiciosos para lo que necesitábamos, sino para el nivel de esfuerzo que se quería poner. Para cumplir esos objetivos tendría que haber estrategias más radicales y no ha habido ese tipo de apuesta.

¿Hay alguna ciudad a nivel global que sirva de referencia por sus políticas en materia climática?

Hay muchas ciudades que siempre se mencionan, no como modelo de lo bien que están implementando sus medidas, pero sí por cómo están progresando, aunque evaluar el impacto de todas estas políticas climáticas nos va a llevar más tiempo de lo esperado. Esas ciudades pueden ser Nueva York, Copenhague, Durban, Rotterdam… a nivel estatal están Barcelona, Gasteiz, Donostia también tiene muy buenas políticas, Pontevedra en materia de movilidad y peatonalización es un ejemplo claro. Cada una de estas ciudades es buena en algunas cosas y esto es bueno para saber qué puede funcionar, pero a excepción de Gasteiz, Donostia y Pontevedra, todas las demás son mega-ciudades, y transferir lo que han hecho estas ciudades a pueblos o a ciudades medias es difícil.

¿Esta adaptación requiere de un cambio en el modelo de gobernanza?

Sí, está claro. No hay sector público actualmente que no necesite integrar criterios climáticos para mejorar nuestra preparación para los riesgos que nos están afectando ya. Los modelos de gobernanza que tenemos actualmente tienden a crear silos, no se comunican los departamentos y no se transfiere el conocimiento; así es muy difícil hacer políticas transversales. Y tanto la mitigación como la adaptación al cambio climático necesitan políticas transversales.

¿Tienen las administraciones locales las competencias suficientes para implantar estos planes?

Depende. En costas no tienen todas las competencias, pero tienen directrices. El Gobierno Vasco y las Diputaciones están haciendo mucho trabajo para proporcionar marcos legislativos y regulatorios que proporcionen una guía a las ciudades. Ahora está el plan litoral del País Vasco [Plan Territorial Sectorial de Protección y Ordenación del Litoral], donde se está integrando la adaptación al cambio climático, de forma que se van a dar recomendaciones a los distintos municipios sobre qué hacer en las zonas donde tengan competencia para prepararse mejor, sobre todo en términos urbanísticos.

 

«Zeharkako ondorioak ahaztu ohi ditugu»

Egokitzapen plan egokiak indarrean jarri ezean, zeintzuk izan daitezke klima larrialdiaren ondorioak Euskal Herrian?

Uste dut uholdeen eta kostaldeko arriskuen alorra oso garrantzitsua dela, oso kalteberak baikara. Nahiz eta ur eskasiaren aurrean gure egoera hobea izan, muturreko tenperaturei edo bero-boladei buruz hitz egiten dugunean ere bada zer landu. EAEn hainbat udalerrik egokitzapen planak dituzte, eta Eusko Jaurlaritza, ikerketa proiektuen bidez, bero boladetan lanean ari da Osasun Sailarekin, nahiko zeharka bada ere. 2050erako Klimaren Estrategia ere hor dago. Baina horrelako politikak ez badira aplikatzen, bero eta hotz boladek, hala nola itsasoaren igoerak eta uholdeek, eragin zuzena izango dute Euskal Herrian eta arazo handia litzateke.

Horiek ondorio zuzenak lirateke, baina zer esan ahal diguzu klima krisiak eragin ditzakeen zeharkako ondorioei buruz?

Ahaztu egin ohi zaigu aldaketa klimatikoak zeharka nola eragingo digun. Inpaktu klimatikoak Espainiako hegoaldean lehorteak eragiten baditu, horrek elikagai mota batzuen hornikuntzan eragina izango du, adibidez. Haratago begiratuz gero, ni neu asko kezkatzen nauen gai bat migrazio klimatikoarena da. Gero eta gehiago hedatuko da. Klima aldaketetarako ez ezik, aldaketa sozial eta ekonomikoetarako ere prestatu behar dugu gure burua horregatik. Eta horrekin batera, CO2 isurketak murrizten jarraitu behar dugu. Gai horiek guztiak modu integratuan landu daitezke, eraginkorragoak izan daitezen, horregatik hitz egiten da trantsizio ekologikoez. M.T.