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Mal


La guerra obra milagros. Los del matar estuvo mal al parecer ahora ven bien armar a chavales para que maten o mueran en un conflicto que lleva hiriendo, asesinando y provocando el éxodo de miles de personas desde el 2014, pero que no ha merecido ninguna homilía en ocho años. Los sermones eran otros y para otros. Andaban ocupados en convertir en vino de suelo ético el agua de la realidad compleja, pretendiendo que todos tragaran hasta quedarse ciegos. Y en gran medida lo han logrado. Los ucranianos son casi hermanos a los que acoger a brazos llenos, los rusos unos monstruos despiadados de los que desconfiar, y los sirios, los afganos o los palestinos unos infrahumanos que no merecen vivir, como los subsaharianos a los que la Policía francesa atrapó el sábado en mitad de la plaza de Urruña, ante la indignación inerme de los ciudadanos y de su alcalde. La realidad es terca y se nos muestra poliédrica, pero ahí están los que saben para simplificárnosla con el tradicional maniqueísmo de los buenos y los malos. Y estos son siempre los otros, los que no quieren la paz y contra los que es legítima la guerra, un mal menor frente al mal mayor de la tiranía ajena, porque la nuestra no lo es, la nuestra es sólo una democracia imperfecta. Y así siempre. Y no se me agolpen, ni me armen escándalo. Y circulen. Menos ustedes, los de piel oscura, ustedes no. Y todos los demás, mal.