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AZKEN PUNTUA

Cheques en blanco


Los batallones ucranianos, a los que vimos en televisión mientras eran adiestrados por militares españoles, venerados por la opinión pública, elevados a la categoría «míticos» y «resistencia ucraniana» por los medios, están dejando tras de sí un rastro de torturas, violaciones y humillaciones, tan difícil de esconder a pesar de la férrea censura, que ya se habla de crímenes de guerra. Tímidamente, por supuesto, y mientras se exige para las escalofriantes imágenes que nos llegan sorteando prohibiciones y bloqueos, la verificación que no se exige para la información oficial, plana, uniforme y tantas veces fruto de la manipulación más descarnada.

Lo sabíamos, y lo sabíamos todos. Conocíamos, desde hace ocho años, las atrocidades cometidas por el Azov y otros batallones cuyo nivel de nazismo solo es comparable al de las SS y la Gestapo.

Lo sabíamos, pero decidimos no saberlo porque eran los buenos de esta guerra y lo único importante era enviarles muchas armas y odiar intensamente a los malos, machacarlos y prohibirlos, fueran Putin, Stravinski, Yuri Gagarin o el tendero de la esquina.

Aún falta lo peor, porque hemos extendido dos cheques en blanco: uno, contra el derecho a la información y la libertad de prensa. Otro, para el blanqueamiento del nazismo. Los dos se van a cobrar; los dos los vamos a pagar.