23 MAI 2022 AZKEN PUNTUA Blanco Iñaki Lekuona Profesor Incluso antes de ser oficialmente nominado a la cabeza del Ministerio de Educación, su nombre se iba ensombreciendo a medida que se repetía como un eco desde los informativos hasta las redes sociales. El mensaje del historiador parisino Pap Ndiaye, especialista en Historia de las minorías, es claro, pero su piel es oscura y, por ello, nunca será uno de los suyos. De los suyos era Jean-Michel Blanquer, azote del islamoizquierdismo, del wokismo y del indigenismo, conceptos todos ellos cristianos, supremacistas y nacionalistas. Marine Le Pen ya ha advertido de que es «la última piedra de la deconstrucción de nuestro país, de sus valores y de su futuro». Ndiaye se dice de izquierdas, pero ha aceptado el puesto en un gobierno de derechas. Por ello, otro blanco, nacionalista, jacobino y ególatra como Jean-Luc Mélenchon, insumiso no se sabe todavía a qué, ha decidido ponerle en su particular punto de mira, acusándole de estar ahí para acabar el trabajo que no pudo terminar su predecesor. Quizá sea así, pero por recorrido personal e intelectual, se espera otra manera de ser ministro, con otras prioridades y con capacidad de escucha. Quizá Ndiaye comprenda mejor cuál es la situación del euskara y de las demás lenguas minorizadas. Pero será difícil que apueste por ponerle remedio. Lo que no lo tiene es esta Francia en la que ser negro supone de por sí ser un blanco.