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KOLABORAZIOA

Las alianzas políticas de la izquierda en América Latina


En los últimos meses asistimos a un proceso de revigorización de la izquierda en América Latina que, parece, puede frenar la corriente a favor de la derecha continental tras la caída de los principales líderes del «Socialismo del siglo XXI».

Reconociendo las peculiaridades de cada uno de los contextos que delimitan la lucha política en América Latina, los recientes triunfos de la izquierda en Chile, Colombia, Honduras o Bolivia, o la esperanza de Brasil, tienen algunas características comunes.

La primera, y más importante, es la articulación de alianzas políticas y electorales de amplio espectro que ensanchan su base popular, obligando a las movimientos y fuerzas dirigentes a integrar a sectores sociales de orígenes diversos. Irremediablemente, estas dinámicas implican negociación y renuncias programáticas que no siempre son fáciles de digerir por parte de determinadas corrientes de la izquierda y que tensionan la cohesión interna de estas grandes coaliciones.

En segundo lugar, como elemento nuclear de estas alianzas de la izquierda y el progresismo latinoamericano, los mensajes centrales se han dirigido al pueblo en cuanto segmento de la sociedad invisibilizado, al «bloque social de los oprimidos» (Gramsci dixit). Los pueblos indígenas y afros, las trabajadoras informales urbanas o el campesinado, ocupan un lugar destacado en estas coaliciones. Sin embargo, en marcado contraste con algunas dinámicas impregnadas de dogmatismo de la izquierda, esto se ha hecho sin olvidar la imprescindible construcción de alianzas con unas clases medias cuyos intereses materiales se encuentran más cerca de las clases trabajadoras, pero cuya identificación de clase (y étnica en países donde esta categoría es constitutiva del marco político, como Bolivia), les sitúa históricamente en la derecha conservadora.

En tercer lugar, en un fenómeno que tiene dos expresiones complementarias, estas propuestas políticas se caracterizan por el fuerte personalismo de sus líderes y por la transformación (o descomposición) de los respectivos sistemas de partidos. Si bien estas dos características se expresan de manera específica y en diferente proporción en función de los diferentes contextos (el liderazgo de Luis Arce es muy diferente del de Lula en Brasil o de Boric en Chile; el sistema de partidos de Honduras y su desarrollo histórico no tiene nada que ver con el panorama partidario actual en la Colombia post uribista), se puede afirmar que en ausencia de líderes carismáticos y con un sistema de partidos tradicionales estables, estas coaliciones exitosas de la izquierda son de difícil consecución.

En último lugar, es importante señalar el adverso entorno mediático, judicial, empresarial y policial-militar (el «bloque de poder» sobre el que la derecha construye su hegemonía) que encuentran estas coaliciones de izquierda y progresistas, cuyas medidas más moderadas son interpretadas como declaraciones de guerra por parte de estas élites políticas y económicas y polarizan al extremo el clima social.

De cómo consigan gestionar las contradicciones generadas entre las grandes esperanzas de las clases populares y las limitaciones y posibilidades de lo real, dependerá la consolidación de una nueva ola de avances y progreso para la mayoría social latinoamericana.