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LUTO DEL BALONCESTO POR LA MUERTE DE BILL RUSSELL

Bill Russell, la estrella que siempre se preocupó del colectivo

A su muerte a los 88 años, es momento de reconocer su contribución al juego, y por eso grandes personalidades como Barack Obama, Billie Jean King o el mismísimo Michael Jordan han enviado sus condolencias a la familia de Bill Russell. Opacó la estrella de Wilt Chamberlain, cimentó el «Celtic Pride» y asumió que el mejor jugador es aquel que hace mejores a sus compañeros.

(Stuart CAHILL | AFP PHOTO)

Bajo el titular «Fallece Bill Russell, el hombre que cambió el baloncesto», Andrea Montolivo glosaba en NAIZ la carrera y la vida de Bill Russell, mítico pívot de los Boston Celtics, que entre 1956 y 1969 obtuvo 11 anillos de la NBA, tres de ellos compaginando las veces de jugador con las de entrenador, siendo el primer entrenador de raza negra en cualquier deporte en Estados Unidos, amén de ganar dos títulos de la NCAA, el oro olímpico en Melbourne 1956 y la Medalla Presidencial de la Libertad concedida por la Administración Obama en 2011 por su inmensa labor por la igualdad, la libertad y contra todo tipo de discriminación en especial por motivos de raza, que él padeciera tanto en su Louisiana natal, una vez alumbrarse al mundo el 12 de febrero de 1934.

No sorprende que Barack Obama, la extenista Billie Jean King o Michael Jordan hayan enviado sus condolencias. El término «pionero» ha tomado protagonismo en la muerte del número 6 de los «Orgullosos Verdes». «Marcó un ejemplo para todo jugador afroamericano que llegó a la liga después de él, incluido yo. El mundo perdió a una leyenda», ha escrito Michael Jordan, mientras que Scottie Pippen definía a Russell como «el epítome de un campeón, en todos los sentidos de la palabra».

«Nunca te olvidaremos», ha escrito LeBron James. «Gracias por abrir el camino. Se te echará de menos, leyenda», ha añadido Shaquille O’Neal.

HOMENAJES EN VIDA.

En el libro «El gigante rojo: Historia del baloncesto soviético» -Ediciones JC, 2020-, escrito por Marc Bret e Ignacio Morejón, se citaba al «Zorro plateado» Alexander Gomelsky para definir a Bill Russell como «el mejor jugador de la Historia». El 17 de junio de 2008, los Boston Celtics conquistaban su decimoséptimo anillo de la NBA, después de superar en el sexto partido a los Lakers por 131-92. El ala-pívot Kevin Garnett se dirigió cara a cara a Bill Russell y le hizo sonreír cuando le dijo que «espero que te hayamos hecho sentir orgulloso».

Siempre se dice que los homenajes hay que hacerlos en vida del homenajeado, sobre todo cuando denotan orgullo de procedencia o admiración del antagonista. Así los soviéticos que se maravillaban ante la coordinación y velocidad de un hombre de 2,08 metros, Garnett hacía de la paliza de los Celtics ante su eterno rival el último hito del Celtic Pride, un orgullo que Russell y Red Auerbach construyeron erigiendo un equipo campeón, superando en el camino a un Wilt Chamberlain que, salvo en 1967, jamás pudo con Russell en los play-offs, a pesar de promediar números mucho más espectaculares y de que poseyera más talento puro para el juego que el jugador franquicia de los Boston Celtics.

Bill Russell siempre primó el colectivo. Tener en el mismo equipo jugadores del talento como Bob Cousey o John Havlicek facilita el compartir el balón, pero erigirse en estrella a partir de ser el bastión defensivo, eso supone tener las ideas muy claras. Para todo, también para lo malo, como pudiera ser negarse a firmar autógrafos o posar para la foto con los aficionados -con un apretón de manos debía bastar-, o durante su etapa de entrenador -aparte de sus tres últimos años en Boston, estuvo en Seattle entre 1973 y 1977, y en Sacramento en 1987 y 1988- despreció por completo la petición de entrevistas, y sobre todo, no pudo trasladar el trabajo que se hacía en Boston fuera de aquel ecosistema. Al final, para ganar ha de haber un trabajo colectivo y todo el mundo debe ir por el mismo camino por ello.

ROTUNDIDAD.

Promediar 15 puntos y 22 rebotes es lucirse, pero comparado con los 30 tantos que promediaba Chamberlain, suena a poco. Pero son los anillos los que avalan la carrera de Bill Russell.

Los anillos y las acciones. En 1963, Medgar Evers, un reconocido activista por los derechos de los negros, fue asesinado en su casa de Mississippi por un supremacista blanco. Russell, en plena época de segregación, viajó a la capital del estado para abrir el primer campamento integrado de baloncesto para blancos y negros, pese a la peligrosamente armada vigilancia del Ku Klux Klan.

En cambio, Russell jamás nunca pisó el Salón de la fama de Springfield porque él representaba el juego en equipo, dentro y fuera de la cancha.