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EDITORIALA

Ayotzinapa, crimen de Estado


En un mes se cumplirán ocho años desde que 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecieron en Iguala, en el estado mexicano de Guerrero, en circunstancias nunca aclaradas del todo, pero sobre las que el reciente informe de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del caso ha arrojado nueva luz. Faltan muchas piezas, pero el paso dado por el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador al reconocer lo ocurrido como un crimen de Estado es innegable y, en buena medida, insólito. La detención y encarcelamiento del ex fiscal general Jesús Murillo Karam, responsable de la falsa «verdad histórica» con la que el Ejecutivo de Enrique Peña Nieto (2012-2018) quiso ocultar lo ocurrido es un paso en la misma dirección y traslada un contundente mensaje.

Aquella versión oficial responsabilizaba de todo lo ocurrido a algunos policías y al crimen organizado, exonerando a las instituciones públicas y, sobre todo, al Ejército, que tenía infiltrados en el grupo de estudiantes que requisaron varios autobuses -práctica habitual, cabe aclarar- para acudir a la conmemoración de la masacre de estudiantes en 1968 en Tlatelolco. Tenían información a tiempo real sobre lo que estaba ocurriendo con los jóvenes y no hicieron nada por detener el crimen. De hecho, el informe también establece el vínculo entre el crimen organizado y altos cargos del Ejército, arrojando una cruda radiografía de un Estado infiltrado por el narco en prácticamente todos sus estamentos.

Ni un informe ni una legislatura de seis años son suficientes para dar la vuelta a tremendo desaguisado. Solo en el caso Ayotzinapa quedan por resolver cuestiones tan elementales como el paradero de 40 de los 43 jóvenes, a quienes por primera vez se ha dado oficialmente por muertos. Los familiares anuncian que seguirán exigiendo la verdad, como incansable e insobornablemente han hecho durante todos estos años. Pero hablamos de un país en el que el recuento oficial de desaparecidos ha superado ya este año la barrera de los 100.000 casos. La tarea es ingente, y no puede medirse en legislaturas, sino más bien en generaciones, pero cada paso adelante debe ser aplaudido.