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EDITORIALA

La energía exige, más que alivios, reformas de calado


El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, anunció ayer la enésima rebaja del IVA que se aplica a la energía. Está vez se reducirá el tipo con el que se grava el gas del 21% al 5%. Ayer también la subdirectora general de Energía de la Comisión Europea, Mechthild Wörsdörfer, confirmó en el Parlamento Europeo que, como anunció Ursula Von der Leyen el lunes, la Comisión estudia aplicar un techo al gas, del estilo de la excepción ibérica, que tampoco habrá servido de gran cosa si ahora Sánchez plantea bajar el IVA al gas. Asimismo, estudian una reforma del mercado eléctrico y nuevos planes de ahorro en electricidad.

En este batiburrillo que se ha organizado a cuenta del gas en Europa conviene recordar, en primer lugar, que fue la Unión Europea la que decidió utilizar el gas contra Rusia y desconectarse. Lo menos que pueden hacer ahora los líderes europeos es dejar de echar la culpa a los demás de sus propias decisiones. Una postura que solo sirve para generar confusión y esconder responsabilidades. En segundo lugar, la UE apostó por privatizar la energía y liberalizar todos los mercados en coherencia con los presupuestos del proyecto liberal. Con las medidas anunciadas ayer vienen a reconocer implícitamente que el modelo neoliberal ha fracasado estrepitosamente: el mercado no funciona como se esperaba, los precios están descontrolados y el único instrumento a mano es una intervención de los poderes públicos. Y es que la liberalización de la energía no es otra cosa que dejar un suministro básico e imprescindible para las sociedades y la vida de las personas al albur de la especulación en los mercados financieros.

Von der Leyen afirmó que necesitamos un nuevo modelo de mercado para la electricidad que realmente funcione y nos devuelva el equilibrio. Sigue empeñada en repetir el error: el mercado es el problema. Los parches como los topes al gas o la rebaja de los impuestos indirectos pueden aligerar momentáneamente la factura, pero no acercan la solución. Ahí está el alivio efímero de la excepción ibérica. Es cada vez más urgente una intervención pública directa en el abastecimiento de suministros básicos, empezando por la energía.