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Los estudiantes griegos rechazan a la policía en sus universidades

Desde principios de septiembre, el alumnado universitario protesta en Atenas y Tesalónica: no quiere que la «Policía universitaria», un cuerpo de seguridad de nueva creación, patrulle en sus aulas.

Represión y protestas estudiantiles en los campus y calles de la capital ateniense. (M.F.I.)

Guardias nocturnas en el acceso al campus universitario; protestas tensas en las calles de Atenas y Tesalónica; conciertos solidarios; reuniones y asambleas para concretar acciones de resistencia. Desde el pasado 6 de septiembre, cuando el Gobierno dio luz verde al despliegue de fuerzas policiales en centros universitarios, los estudiantes griegos están en alerta y buscan formas de organizarse para evitar que la Policía patrulle en sus aulas.

«Si las universidades son inseguras, que es lo que dice el Gobierno, es por culpa de la Policía, que nos ataca», insiste Antonia, estudiante que participa en asambleas y protestas. «Con una llamada, en caso de emergencia, la Policía ya puede acceder a las universidades. No existe un problema de inseguridad. Simplemente el Gobierno no quiere que tengamos conciencia política», explica Yiannis, en la entrada del campus universitario de Zografou. A su lado, Evelina asegura que «este Gobierno quiere mostrar que las universidades son como un western, y no es cierto, solo quiere oprimirnos y terminar con la discusión crítica».

Esgrimiendo motivos de seguridad, el Ejecutivo conservador de Kyriakos Mitsotakis aprobó hace dos años una ley que permite desplegar en las universidades fuerzas de seguridad, el Equipo de Protección de Instituciones Universitarias (OPPI, por sus siglas en griego), compuesto por 400 miembros con una formación específica. Una vez concluido su entrenamiento, y tras meses de especulación, a las cinco de la tarde del pasado 6 de septiembre el Gobierno intentó movilizar por primera vez a este cuerpo de seguridad en el campus de Zografou de la Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas. Centenares de estudiantes allí congregados lo impidieron.

«NO NOS RENDIREMOS»

En la entrada del campus ateniense de Zografou, la imagen es cambiante. Un día, unos cuarenta estudiantes se turnan para sostener una pancarta que retiran para permitir el acceso a los vehículos que no sean de la Policía. A unos doscientos metros, dos autobuses de fuerzas de seguridad estacionados y un grupo de antidisturbios que escolta a la Policía universitaria. Otro día, impera la normalidad, ni manifestantes, ni Policía universitaria están presentes: solo dos pancartas que recuerdan que la Policía no pondrá un pie en las universidades y dos jóvenes que explican que los estudiantes aparecen cuando llega la Policía.

Dentro de ese grupo de universitarios que hacen guardia, Andreas, el más decidido, asegura que no van a rendirse, que están dispuestos a usar el acción-reacción durante todo el año. Estudiante de Física y Matemáticas Aplicadas, teme más que nada que la presencia policial se normalice en el ámbito educacional. «Su objetivo es que veamos natural que estén en las entradas de las universidades», explica, y alerta de que esta confrontación puede desencadenar incidentes: «En Tesalónica envían directamente a los antidisturbios, que este año destrozaron la mandíbula de un universitario».

Andreas destaca el caso de Yiannis Dousakis, estudiante de la Universidad Aristóteles de Tesalónica que el pasado mayo terminó hospitalizado por manifestarse en contra de la Policía universitaria y la privatización de la educación. Su caso se ha convertido en una referencia de resistencia estudiantil y en un ejemplo de violencia policial en las universidades. Este suceso vino precedido por el despliegue continuado de antidisturbios desde febrero de 2021 y por el aumento de sus efectivos en el campus el pasado diciembre, cuando el Gobierno desalojó un espacio ocupado durante 34 años. Tras meses de inestabilidad, el mayor conato de represión en estas protestas fue precisamente en Tesalónica, en la noche del 16 al 17 de septiembre, en un concierto solidario en el campus universitario en el que la Policía lanzó granadas de gas a los 5.000 asistentes.

En este turbulento septiembre, y debido a la presencia anterior de antidisturbios, la Policía universitaria patrulla solo en el campus de Tesalónica. En los otros tres centros educativos griegos en los que lo ha intentado no ha podido conseguirlo. Queda por ver ahora si el Ejecutivo da marcha atrás, posibilidad que está sobre la mesa de Kyriakos Mitsotakis, según el diario “Efsyn”, o si continua desplegando policías en universidades, pese a que atenta contra la libertad de estudiantes y profesorado y recuerda a los oscuros años de la dictadura de los coroneles.

«Creo que las protestas van a continuar. El Gobierno busca una balanza. Tiene que mostrar que implementa la ley, pero quiere evitar una confrontación mayor antes de las elecciones», explica Panagiotis Sotiris, investigador anticapitalista especializado en movimientos radicales y teoría marxista. «Es una estrategia peligrosa que podría desencadenar una explosión social más amplia. El pronunciado descontento de la juventud podría ser un punto de referencia para otros sectores de la sociedad, y una característica de los movimientos estudiantiles es la persistencia», añade.

PROTESTAS Y PRIVATIZACIÓN

Mientras unos aguardan en las entradas de las universidades, varios millares de estudiantes protestan en el centro de Atenas. Lo mismo harán una semana más tarde. Y también a la siguiente. En estas manifestaciones, la presencia policial es desmesurada. Hay pequeños altercados en un reto constante en el que antidisturbios y estudiantes se miran a la cara y se insultan a menos de un metro de distancia.

Las consignas reflejan un componente mayoritario de la izquierda, ideología cuya penetración crece en las universidades: una alianza de formaciones encabezada por el Partido Comunista obtuvo la victoria en las últimas elecciones universitarias, desbancando por primera vez en 35 años a las formaciones sistémicas, el socialdemócrata Pasok y la conservadora Nueva Democracia.

Antonia, decidida, dibuja un apoyo generalizado a las manifestaciones. «La mayoría de estudiantes sin afiliación política está en contra de la Policía universitaria, debido al caos y la tensión que su presencia generará en el campus», asegura, y carga contra el capitalismo: «El trabajo de la Policía universitaria es custodiar la privatización de la educación superior, que es parte de un amplio ataque contra estudiantes y trabajadores que, asistido por todos los gobiernos y los partidos sistémicos, se recrudece en estos tiempos difíciles».

En los últimos dos años, la Nueva Democracia de Kyriakos Mitsotakis ha impulsado leyes que promueven la privatización de las universidades y facilitan la apertura de expedientes disciplinarios a estudiantes y el despido de profesores en centros privados. Sin inversión en investigación, y con muchos jóvenes pasando apuros para poder pagar los alquileres de pisos en Atenas, escuece sobremanera que el Ejecutivo destine un presupuesto de más de 30 millones de euros a la Policía universitaria.