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CRÍTICA: «ISÓSCELES»

En busca del triángulo equilátero


Una vez más el cine de bajo presupuesto se alía con la dramaturgia teatral, un recurso que suele venir muy bien a principiantes dispuestos a abaratar costes rodando en una única localización y con pocos personajes. El caso de Ignacio Nacho no es muy diferente, aunque había debutado dentro de la producción independiente con “Poliedro” (2005), que ya evidenciaba su particular obsesión por las figuras geométricas. Luego tuvo una fallida intentona comercial con “El intercambio” (2017), una comedia coyuntural sobre obviamente el intercambio de parejas, en la que ya estaban dentro del reparto Mara Guil y Salva Reina, además de Pepón Nieto, Hugo Silva, Rossy De Palma, Natalia Roig y Paco Tous.

Se puede decir que en cierto modo Ignacio Nacho vuelve a la casilla de partida, y esta vez ha tenido una mejor aceptación, al menos en el entorno cercano de su profesión. Como malagueño, suele moverse en el festival de su ciudad, pero “Isósceles” (2022) le ha valido el triunfo en el Festival de Granada, con tres premios Lorca a la Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Actor para Salva Reina. Y en los premios Carmen del cine andaluz las estatuillas de Mejor Actriz y Mejor Actor fueron para Mara Guil y el propio Ignacio Nacho.

A colación de lo que comentabamos, cabe apuntar que la pandemia hizo proliferar los repartos mínimos y las puestas en escena austeras, periodo en el que al guionista y director de “Isósceles” le pareció oportuno rescatar una de las ideas que tenía apuntadas en sus libretas. A partir de esa mera anotación, ha desarrollado una comedia dramática sobre las relaciones triangulares, aportando de su cosecha la irregularidad que siempre se da en uno de sus tres lados. Promete más de lo que ofrece, al caer en convencionalismos sobre la psiquia