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RUMBO A LAS ELECCIONES

El PNV, ante el complicado reto de recuperar 85.000 votos el 28M

La política se presenta en la CAV como un deporte en el que, pase lo que pase, siempre gana el PNV. Su dominio es indiscutible, pero suelen obviarse varios movimientos de fondo. Los jeltzales perdieron casi 50.000 votos entre los comicios al Parlamento de Gasteiz de 2016 y 2020, una cita en la que quedaron a 85.000 votos de los logrados en las elecciones a Juntas de 2019.

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Igual que el fútbol es un deporte de once contra once en el que siempre gana Alemania, la mayoría de ciudadanos de la CAV afirmaría que la política es otro deporte en el que hacen campaña varios partidos y siempre gana el PNV. Las creencias son así, tienen un origen real al que aferrarse y mucha mitología para perdurar en el tiempo. La selección alemana tiene un palmarés envidiable -cuatro mundiales pueblan sus vitrinas-, pero lo cierto es que en el último mundial no lograron siquiera pasar de la fase de grupos. Y sin embargo, el fútbol sigue siendo ese deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania.

La historia electoral reciente de la CAV pone una base más que justificada para creer que, hagan lo que hagan el resto de partidos y sean cuales sean los escándalos y las dificultades que sufran los jeltzales, los comicios siempre los gana el PNV. En los últimos tres lustros, solo la irrupción de Bildu en 2011 y la primera ola de Podemos en 2015 han amenazado puntualmente su hegemonía. Superados estos baches, su dominio ha sido indiscutible. Cabe preguntarse, sin embargo, si esta posición electoral triunfante tiene una base tan sólida como la que le adjudica la creencia popular.

La respuesta es que quizá no todo sea tan inamovible como parece. Las últimas elecciones celebradas en la CAV, las del Parlamento de Gasteiz en junio de 2020, quedaron sepultadas por la pandemia y la aparente ausencia de cambio alguno. El PNV ganó tres diputados, el PSE logró uno más y entre ambos recuperaron la mayoría absoluta para gobernar a placer. Sobre la superficie, nada cambió. Más bien al contrario, la hegemonía jeltzale se afianzó.

Pero apenas hace falta rascar un poco en esos datos para encontrar movimiento. El más significativo: el PNV perdió en esos comicios 50.000 votos respecto a las elecciones al Parlamento de Gasteiz de 2016, un 12%. Son todavía más respecto al techo de los últimos años, marcado en las elecciones a Juntas de 2019. Entonces obtuvieron 434.239 votos, y en 2020, 349.960. Siempre es peligroso comparar resultados de elecciones diferentes, porque las lógicas son diferentes según qué sea lo que se elija, pero conviene guardar esa cifra de cara a la cita de mayo: ¿Va a conseguir el PNV igualar o superar los resultados de 2019? Tendrá que movilizar a 84.279 votantes que en 2020 prefirieron no votarle. No lo tiene nada fácil.

Cabe alegar que la abstención marcó un récord en 2020, y que la pérdida de votos del PNV entra dentro de lo normal. Desde luego, es una variable a tener en cuenta, pero no explica por sí sola la bajada jeltzale. Básicamente porque EH Bildu logró 24.408 votos más que en 2016, y el PSE limitó su pérdida a 4.172 papeletas.

Ajustada pugna en Gipuzkoa

Aunque el mayor descenso en número de votos del PNV se dio en Bizkaia -donde menos había en juego-, es en Gipuzkoa donde un considerable descenso puso su victoria en aprietos en 2020. Solo 3.527 votos separaron a los jeltzales de EH Bildu.

La evolución del último ciclo electoral no resulta favorable a los intereses de Eider Mendoza. En las elecciones al Parlamento de Gasteiz de 2016, el PNV sacó 18.597 votos a EH Bildu. La cifra se disparó a los 23.304 votos en las elecciones estatales de abril de 2019, se redujo a los 14.501 votos en las elecciones a Juntas de aquel mismo año y descendió a los citados 3.527 votos en las elecciones al Parlamento de Gasteiz, un año más tarde.

También hubo vuelcos en municipios importantes como Arrasate, Tolosa, Agurain o Ermua, donde en las elecciones al Parlamento de 2016 ganó el PNV, pero donde en 2020 ganaron EH Bildu y, en el caso de la última localidad, el PSE. No significa que ese vuelco vaya a repetirse en las elecciones municipales de este 28 de mayo, pero desde luego, serán plazas en disputa. Ya lo fueron en los últimos comicios locales de 2019, por ejemplo, en Arrasate y Tolosa, donde los jeltzales se impusieron por cerca de 300 votos a los candidatos de la izquierda independentista.

Dos crecimientos paralelos

Las elecciones celebradas en la CAV en la última década han ofrecido, en términos generales, un crecimiento más o menos paralelo del PNV y EH Bildu. Mientras uno reforzaba su hegemonía, el otro asentaba su posición como única posible alternativa en el futuro. No es un crecimiento conjunto que pueda darse de forma sostenible. Por dos motivos: porque los caladeros de votos van agotándose y porque existe una bolsa de votos que bascula entre ambas formaciones.

Sobre estos últimos trasvases entre PNV y EH Bildu, el saldo en 2020 fue favorable a la izquierda independentista, que logró atraer más votos jeltzales de los que se fueron en dirección inversa. En qué dirección se mueva este voto flotante es una incógnita, aunque cabe señalar que en las últimas citas, los liderados por Arnaldo Otegi han obtenido una mayor fidelidad de voto que los de Andoni Ortuzar.

Sobre los caladeros, Gipuzkoa permite hacer una radiografía rápida. En 2011, el PNV logró 80.864 votos en las elecciones a las Juntas. En 2015 fueron 112.918. Y en 2019 saltaron a los 130.799. El crecimiento es espectacular: 50.000 votos en dos legislaturas. Los caladeros se han situado en la abstención -la participación ha pasado estos años del 63% al 67%-, en EH Bildu -entre 2011 y 2015- y, en buena medida, la derecha españolista, que ha pasado de los 34.494 votos en 2011, a los 20.975 en 2019. Una cifra que bajó todavía más, hasta los 14.086 votos, en las autonómicas de un año más tarde. En todo este proceso, el PSE ha mantenido unos resultados muy regulares.

La subida del PNV en la CAV, por lo tanto, ha ido pareja al descalabro del PP y sus ramificaciones, por lo que un freno a la sangría de la derecha española podría marcar un límite al crecimiento jeltzale. El desempeño de los de Feijóo será una variable crucial el 28M.

Los límites de la centralidad

Para acabar este primer acercamiento al panorama electoral, cabe acabar llamando la atención sobre los complejos equilibrios a los que la campaña obligará al PNV. Los últimos años ha funcionado como lo que los anglosajones llaman catch all party, una formación que, desde una posición de centralidad, ha aspirado votos desde todas las coordenadas políticas.

Esto funciona cuando los caladeros siguen nutriendo al principal partido y no hay alternativa factible. Sin embargo, allí donde la hay, como en Gipuzkoa o en Gasteiz -donde la disputa es a cuatro-, los malabarismos se complican. El PNV se enfrenta al reto de retener con una mano el voto españolista que ha aspirado del PP los últimos años, y pugnar con la otra por el voto abertzale con una EH Bildu al alza.