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FUEGO FATUO

El príncipe bombero y su pasión colonial


Llama la atención que una película hecha en los márgenes, sin apenas presupuesto, y con un reparto no profesional haya conseguido hacerse un sitio en los festivales internacionales. En Cannes participó en la Quincena de Realizadores y en el festival de Sevilla se hizo con el Gran Premio del Jurado, todo un triunfo para Joao Pedro Rodrigues y su estrecho colaborador Joao Rui Guerra De Mata, que esta vez ejerce de coguionista y en otras ocasiones de codirector. Ya en solitario, presenta su película como una fantasía musical, pero “Fuego fatuo” (2022) también podría definirse como una fantasía política. Maneja un tiempo irreal o simbólico, dentro del cual en Portugal pugnan la Monarquía y la República, mediante una especie de proyección del pasado histórico y colonial hacia el futuro. Un contexto imaginario representado en forma de expresión libre en contra del racismo y la homofobia, a través de una fábula o cuento de hadas salpicado de coreografías musicales y recreaciones escénicas de obras pictóricas clásicas, pero sin la pretenciosidad mostrada por Eduardo Casanova en “La piedad” (2022), gracias a un sentido del humor bastante sicotrónico.

Tanto es así que no faltan las bromas sexuales sobre bomberos o los calendarios anuales en los que hombres y mujeres del parque contra incendios se desnudan para mostrar sus cuerpos en buen estado de forma física. Y en eso Rodrigues desborda su particular imaginario queer, traducido en una estética de arte crudo y muy carnal, rozando el feismo intencionado, para así forzar aún más los contrastes entre aristócratas y plebeyos.

La vertiente ecologista, que viene del deseo del príncipe por ser bombero para salvar el bosque real de pinos marítimos y piñoneros, encuentra su plasmación en la canción infantil de Carlos Paiao “Uma árvore, um amigo”, que marcó a toda una generación portuguesa, como sucedió a este lado con “Amigo Félix” de Gloria Fuertes.