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LAS OCHO MONTAÑAS

La amistad sacudida por el mal de altura


La pareja de cineastas belgas formada por Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch ya apuntaron alto en “Alabama Monroe” (2012), película que les dio a conocer internacionalmente, pero no cabía intuir que diez años después iban alcanzar las cotas máximas de su arte expresivo con la magistral adaptación de la novela alpina de Paolo Cognetti “Las ocho montañas” (2022). En medio del debate entre urbanismo y ruralismo, se desmarcan de todas las corrientes actuales con una de esas eternas historias de amistad masculina que ya no se llevan, para remarcar que la comunión entre el ser humano y la naturaleza salvaje es algo mucho más profundo que las modas del agroturismo o el emprendimiento en el campo, convenientemente satirizadas en breves apuntes, sin necesidad de poner ningún enfasis en ello.

Si digo que “Las ocho montañas” (2022) es una versión adulta del clásico infantil “Heidi” habrá mucha gente que se lleve las manos a la cabeza, pero es así de sencillo. Pietro y Bruno son el chico de la ciudad y el montañés que se conocen durante las vacaciones familiares del primero en una escarpada aldea del valle de Aosta. En una de las ascensiones que comparten, siendo apenas unos mocosos, llegan a contemplar las cumbres del Grenon y del Cervino, y eso es algo que marca de por vida a alguien tan joven. Bruno representa al pastor asilvestrado que nunca abandonará su habitat natural, mientras que Pietro es el viajero que escribe sobre sus experiencias desde los Alpes al Himalaya nepalí. Siendo como es la cinta una dramatización de las relaciones de la pareja protagónica a través del tiempo, contiene en esencia lo mejor del cine de montaña, gracias al empleo del formato cuatro-tercios, que dota a las imágenes de los colosos de piedra de su verticalidad y de la sensación de vértigo que se apodera del escalador. Un mal de altura que sacude a dos amigos unidos y distanciados a la vez.